Las voces de penélope

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Las voces de penélope

“No leemos a otros: nos leemos en ellos./Me parece un milagro /que algún desconocido pueda verse en mi espejo”, dejó escrito quien muriera a los 75 años, el domingo 26 de enero, José Emilio Pacheco, ciudadano del mundo nacido en ciudad de México un 30 de junio de 1939. Huérfanos quedamos todos cuando muere un poeta y escritor, cuyo paso por la vida, ha sido marcado por la intensidad y el compromiso que implica hacer del lenguaje no su herramienta, sino el espacio simbólico desde el cual, en un esfuerzo descomunal como fuera su caso, intenta interpretar y reconstruir el mundo que le tocó vivir.
“Cróspido. Así me sentiré si tomo otra copa de vino”, nos dijo en el Festival de Poesía organizado en la U.C por el poeta Adhely Rivero. El término que aludía a una posible ebriedad, brilló en la mesa como lo hacen las palabras desconocidas que por sonoras, se quedan bailando como quedó esta, cuyo recuerdo acudió a mi memoria cuando supe de su partida. Compartir con José Emilio era una fiesta, no sólo por su inmensa erudición, la que unida a su gran cultura, alumbraba el camino de la conversa grata y memoriosa, sino por su calidez y cordialidad, no siempre común en escritores de prestigio, por aquello de que se prefiere leerlos antes que compartir con ellos. Disfrutar a plenitud, pareciera haber sido uno de los horizontes de su vida. Al menos eso fue lo que proyectó al combinar un gran rigor estético con la sabiduría en el lenguaje.
Culto, cultísimo, daba la sensación de moverse a nado en el complejo mundo de referencias y conocimientos adquiridos desde muy joven, acompañando este recorrido con una gran curiosidad por hechos y acontecimientos de la más diversa índole, literarios o no, lo cual incluía la sencillez y disponibilidad hacia el interlocutor. Actitud ésta que suelen ignorar los que alejados de la creación literaria creen más en números, fichas metodológicas y citas que avalan un discurso ajeno
Saboreó desde muy joven, el reconocimiento a su obra, caracterizada por el acercamiento universal a los temas y la conciencia temprana del lenguaje poético. Joven amanuense de Juan José Arreola, copió los textos de Bestiario, libro escrito en medio de problemas de salud de su autor, después de decirle: “acuéstese, me dicta, lo tomo a mano, lo paso a máquina y usted corrige…”
Conocido por su intensa capacidad de trabajo, así como por la cordialidad y bonhomía que no borraron cierta timidez que acentuaban su desinterés por la fama, no solía ofrecer entrevistas pues reclamaba con la experiencia que le otorga el tener más de 55 años escribiendo, la banalidad de un periodismo que olvida ética y compromiso; la incomunicación que aún persiste entre los escritores latinoamericanos; la sustitución de los espacios culturales impresos por los de farándula y el desinterés de los jóvenes escritores en leer la poesía de los demás. Le desalentaba el hecho de que la excelente literatura escrita en este continente, dependiera de España para ser publicada y difundida.
Dejó una extensa obra publicada y numerosos reconocimientos importantes, entre ellos, el Cervantes y Reina Sofía. Su poesía fue reunida bajo el título de “Tarde o temprano y El silencio de la luna”, poemas de 1985 -1996. Otros textos son, El mar no tiene dioses, Aproximaciones, de los epigramas griegos a los haikús, así como su versión de los Cuatro cuartetos de Eliot, texto trabajado durante 20 años. Recorrió todos los géneros pues fue autor de novelas, cuentos, ensayos y artículos periodísticos. «Trágico impulso humano: destruir/ lo mismo al semejante que al distinto” es un verso que podría definir su columna “Inventario”, muestra como ejerció también el rol del intelectual preocupado no sólo por el mundo de la escritura, sino el de la cotidianidad, apelando a la crítica moral de la corrupción, el ecocidio y la crueldad en todas sus formas y variantes. Guionista de cine, al decir de Arturo Ripstein, hizo que los guiones cinematográficos se volvieran literatura y puedan leerse como tal. Dejo este poema a manera de regalo:
“No amo mi patria./Su fulgor abstracto/es inasible/Pero (aunque suene mal)daría la vida/por diez lugares suyos/cierta gente/puertos, bosques de pinos/fortalezas/una ciudad /deshecha/gris, monstruosa/varias figuras de su historia/montañas/-y tres o cuatro ríos.” (Alta Traición)

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Don José Emilio Pacheco

Marisela Gonzalo Febres

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