La Vinotinto: Una ambición creciente

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A medida que crece la capacidad para inspirar a través del logro, también aumentan el nivel de expectativa, el fervor de la exigencia y la magnitud de la atención que se genera. Un punto en La Paz, eso que años atrás -y aún hoy- cualquier selección considera una utopía a 3.600 metros de altura, fue para algunos insuficiente pero, para muchos otros, más allá del sinsabor de encajar una diana al minuto 86 que impidió que fuesen tres las unidades, significó mantener viva una ambición, una ilusión, un sueño: ir a Brasil 2014.

Venezuela se preparó con tesón para ir a la capital de Bolivia con más que un buen camino labrado. Sí, se tenían 15 puntos en 12 jornadas. Sí, el equipo había ganado antes allí, 1-0, cuatro años atrás, con otra preparación muy especial. Sí, Bolivia no llegaba al juego en su mejor hora. Todo eso era cierto, sí. Pero había que jugar 90 minutos -otra vez- para demostrar que no era imposible salir con un botín de esa plaza en estas circunstancias.

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Tan cándido como fue el intercambio de declaraciones de los días previos entre ambos cuerpos técnicos, fue el compás con el que se inició el compromiso, entre imprecisiones, balones áereos, contraataques algo desordenados y sí: un gramado que no era amigo de nadie.

Algunas ausencias de peso obligaron a César Farías a echar mano de una de las virtudes de su proceso: poder escoger de entre un universo más amplio de recursos. No estaban los Hernández, Amorebieta, Vizcarrondo, Túñez, Lucena, Rondón o Miku, pero quienes llenaron esos vacíos, si se toma en cuenta las circunstancias, cumplieron con su tarea.

Las jugadas de pelota quieta volvieron a ser aliadas de Venezuela. Ese tiro de esquina de César González al minuto 57, peinado por un Richard Blanco que antes había marrado numerosos chances con la bola al pie, fue concluido de manera oportuna por un Juan Arango de peso específico en la personalidad del juego criollo y quien, además, hacía historia con su tanto 24 (22 en juegos oficiales FIFA) y su juego 116, los mismos que el líder de La Vinotinto: José Manuel Rey.

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Un yerro que generó mucha polémica post partido le permitió a Bolivia salvar su honor. Jhasmani Campos saboteó la que habría sido una gran fiesta venezolana, al empatar el juego al minuto 86. Renny Vega dejó entrar a los rivales a la zona infranqueable al verse sobrado por el centro, aunque fue también víctima de una “cortina” que le restó maniobrabilidad.

La ambición ha crecido y por eso, pareciera que el punto ya no vale oro, pero la realidad es que, aunque los tres puntos hayan estado cerca, llevarse uno no es poca cosa. Nuestra corta memoria histórica no puede, además, ser mezquina, menos cuando, este martes 11, toca jugarse la vida en una batalla que bien puede decidir la suerte del sueño nacional. Uruguay en Puerto Ordaz es la próxima alcabala. Hasta los charrúas, de histórica tradición, respetan esta hora sin triunfalismos.

Venezuela puede ser su verdugo o su víctima y, en el proceso, decidir su propio destino: la gloria o la tristeza. Ese es el fútbol y ahora nos sentamos a la misma mesa con los grandes. Ojalá empecemos a asumirlo con madurez y no sólo desde la emoción.

Fotos: Reuters

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