La verdad incómoda de la prensa libre

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En las últimas semanas ha arreciado el ataque gubernamental contra la prensa libre de Venezuela. Aquella prensa que por cierto paga el lector y que resulta el medio de trabajo de miles y miles de periodistas, trabajadores, escritores y gente del saber y de labor del país.
Es el ataque contra los medios de información no oficiales, es la agresión contra la mayoría de la Nación a la cual le fue birlada las elecciones, la que se encuentra sumida en la desesperanza y el desasosiego, con su liderazgo vegetando las derrotas electorales, hibernando a la espera de otras elecciones bajo las mismas condiciones leoninas donde la Casa siempre gana al marcar como inválidas las fichas que determinan al ganador.
El país donde la cabeza del poder judicial declara que no hacen falta tres poderes sino uno sólo, el país donde no se ejerce la defensoría del pueblo pero sí la de los pranes, donde es lícito matar a la población indefensa y gozar de una impunidad del 95%, donde es fascismo solicitar la vigilancia y castigo severo a los delincuentes, quienes si tienen el derecho humano de no ser responsables de los crímenes que cometen. Donde el motorizado tiene el derecho de andar acelerando su vehículo en las aceras de los peatones sin temor a la multa, la que inexorablemente le llega al conductor que no tiene el certificado médico o la licencia al día por ”falta de material”. Un país donde todo lo infernal tiene el derecho de prevalecer sobre la vida y la moral ciudadana republicana, donde no es necesario nacer en él para presidirlo, ni tener carrera diplomática para ser canciller, ni carrera docente para ser Ministro de Educación. Donde se predica que los médicos del país, los que tienen postgrado no sirven y sí los que recetan una pastilla para curar todos los males porque la enfermedad se cura con un placebo, porque es una realidad mediática e imperialista. Es decir, un país donde el conocimiento y la decencia que se las lleve el diablo, con su talento migrando por millones.
A través del criterio que la libertad de expresión no es esencial en Venezuela, el Ejecutivo ejerce una política coercitiva en la obtención de divisas para la adquisición del papel. El ataque es a la imprenta que no se deja comprar, como sí ocurre con la televisión y la radio, más frágiles y vulnerables. La prensa libre de Venezuela como sus universidades autónomas nacionales, sabe y aprecia de dónde viene, representan el espíritu de un Fermín Toro redivivo que no se prostituye: no contarán ni con sus favores ni con su opinión genuflexa, como ha ocurrido con toda esa deleznable fauna que suma vítores y aplausos de focas programadas para dar palmadas al Poder, zoológico de felicitadores, sonreidores y apretadores de manos con vocaciones de dramatizadores y payasos de todo tipo, dispuestos a seguir manteniendo la carpa del circo para que siga su diversión, mientras esperan cómodos que los mártires de las causas justas mueran de inanición o de condena sin justicia.
La prensa libre de Venezuela no se prostituye, resiste el abuso de su cerco, el ahogamiento de la verdad bajo la oprobiosa bota de la ignorancia. Y sigue contando la verdad que cuesta leer, porque nada de valor es gratuito en la vida, como si lo son los pasquines que circulan a todo color para que el pueblo reciba en forma gratuita su dosis diaria de ideologización, de despersonalización, de identidad con la comuna para perder su propiedad.

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