La ventana

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Me dicen que el salón, muy decorado con pinturas y alto relieves era el favorito de la Emperatriz consorte María Teresa, Reina de Austria y Bohemia, para cambiarse antes de entrar a Praga. Hermoso como es, realmente, lo mejor que tiene es la vista del bosque y el pequeño lago desde sus ventanas.
Me abstraigo mirándola cuando los debates se ponen pesados en esas horas del día que no invitan a la polémica sino al descanso, para lo cual no hay tiempo en un seminario de jornadas intensas con ponencias bien preparadas por los profesores de los dos continentes que asisten. Desafíos y Relaciones América Latina – Europa, se llama el seminario convocado por el Arzobispo de Praga, Dominik Cardenal Duka, y el Instituto de Estudios Socialcristianos del Perú que preside Armando Borda, amigo desde 1972, cuando nos conocimos en una reunión de dirigentes universitarios en Santiago de Chile.
El seminario se realiza en una abadía benedictina en Brénov, antes de cruzar el río Moldava para entrar en la magnífica ciudad donde Kafka fue genio e infeliz, y un siglo antes Wolfgang Amadeo Mozart, venido de Salzburgo, otro confín imperial, había estrenado su Don Juan. El monasterio, su templo y su pequeño hotel están dedicados a San Adalberto. Su serenidad es ambiente acogedor para la reflexión.
Los europeos nos cuentan los problemas de su economía y cómo vienen superándolos. También cual ha sido su experiencia en la reconstrucción de la sociedad civil, la institucionalidad y la prosperidad, luego de casi medio siglo de socialismo real, sucesor de la guerra y del nazismo. Hay principalmente checos y eslovacos, polacos, alemanes, húngaros. De por aquí hemos ido invitados de Perú, México, Argentina, Chile y este venezolano. Analizamos para ellos nuestra experiencia.
Asomados al mundo por la ventana de Praga, pueden constatarse los estragos del tiempo perdido. En veinticinco años, los países que se libraron del comunismo han avanzado de modo impresionante. El resto de nuestros hermanos latinoamericanos pueden mostrar logros importantes. Todo el mundo progresa, menos nosotros que retrocedemos.
Mirar por la ventana y darse cuenta de cómo nos quedamos atrás por causa de la superstición ideológica, es como verse en el espejo, y percatarse de qué mal estamos y de cuánto tenemos por hacer.  Y lo haremos.

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