La política como reto intelectual

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Luego de la Segunda Guerra Mundial y la consecuente devastación económica y espiritual que sufrió Europa emergieron pensadores con ideas nuevas que aspiraban neutralizar el impacto ideológico que habían dejado el nazismo y el fascismo como cosmogonías que necesitaban de regímenes totalitarios y personalistas, temor que bien fundado se tenía también respecto al comunismo de Stalin, victorioso y con un gran eco de popularidad entre gentes y naciones pobres del mundo, al punto que hasta en Estados Unidos obtuvo popularidad de la mano de Earl Browder.

Este hervidero de ideas y análisis sobre la búsqueda de esquemas ideológicos viables para construir un mundo de relaciones más justas y al mismo tiempo estabilizador de libertades básicas fue el epicentro del trabajo político de todo el hemisferio occidental. Venezuela por supuesto fue sacudida por este terremoto de planteamientos y probablemente con mayor fuerza ya que por esos años estábamos a caballo entre la Dictadura y la Democracia.

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Este fermento de ideas cruzado con un activismo intenso donde la clandestinidad y las torturas se combinaban con alzamientos militares y guerrillas presentaban un cuadro de alta vulnerabilidad institucional, el cual fue sorteado gracias al pragmatismo de unas alianzas estratégicas que gradualmente permitieron encauzar la sensibilidad popular hacia las elecciones, como baluarte fundamental de las conquistas republicanas.

Esto permitió que las juventudes partidistas tomaran alto perfil debido a que se formaron bajo el crisol de profundos y exigentes debates donde la lectura de temas filosóficos, económicos y sociales era indispensable para ocupar lugares importantes dentro de los escenarios políticos. En Acción Democrática estas discusiones fueron castradas por las divisiones, dando nacimientos a partidos nuevos como el MIR y el PRIN cuyos líderes divergían interna y públicamente con las tesis de Betancourt.

Por su parte Copei mantuvo su unidad organizativa no obstante la existencia en su seno de diferencias notables y que en su momento más crítico se materializaron en grupos internos que defendían visiones sociales muy distintas, a saber Araguatos, Avanzados y Astronautas. En Lara estas tendencias no llegaron a materializarse con fuerza gracias a las destrezas de Pepi Montes de Oca, no obstante hubo una eclosión de líderes juveniles que si bien no adscribían ubicación grupal, se convirtieron en una referencia local propia. Ese fue el caso del grupo abanderado por Ramón Guillermo Aveledo y Manuel Salvador Ramos, este último se convirtió en indiscutible referencia regional, llegando a ser el presidente más joven que tuvo la Asamblea Legislativa de nuestro estado.

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Luego de ese tiempo de máximo estrellato, Manuel Salvador Ramos, profesor de geografía e historia y posteriormente abogado, continuô en la vida política asumiéndola como un reto intelectual, rescatando viejas lecturas y complementándolas con nuevos textos. Ese perfil del “ser político” es algo que en verdad debiera ser referencia insoslayable para quienes en sus luchas electorales se bambolean entre un populismo anacrónico y un gerencialismo craso. Larga vida a Chavol.

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