La generación 2014

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La muerte de unos 24 venezolanos, la detención de Leopoldo López y varios estudiantes, más el atropello a periodistas y las amenazas a otros y a los editores de diferentes medios de comunicación social, ejecutadas unas por el aparato represivo del gobierno de Nicolás Maduro, apoyado por el Poder Judicial bajo su control, no detendrá la heroica gesta de los estudiantes en la búsqueda de un sistema de libertad y democracia.
En la historia contemporánea de la humanidad tanto las dictaduras sostenidas mediante la represión brutal contra quienes piensan distinto, como aquellas que pretenden lavarse el rostro oscuro de la violencia, exhibiendo una fachada democrática por su origen electoral, pero controlando todos los poderes y la sociedad en general sin contrapesos legales, han sido derrotadas por la voluntad libertaria del ser humano.
La insurgencia del movimiento estudiantil universitario en el escenario político durante el año 2014 y su participación en las principales manifestaciones pacíficas en defensa de la libertad de expresión y de otros derechos ciudadanos en general, que culminara no sólo con un cambio evidente en la correlación de fuerzas políticas en el país, sino que también marca el futuro de la democracia venezolana.
Y aunque sus dirigentes fundamentales han señalado con frecuencia que no serán objeto de manipulación por la vieja política que fracasó en el pasado y en el presente, tienen que consolidar ciertos valores éticos y morales que hoy ostentan como jóvenes soñadores, acertados en la escogencia de la no violencia como forma de lucha y armados de un gran coraje cívico que les ha permitido superar las primeras pruebas de la represión política.
Pero no es la represión policial o militar el único obstáculo que tendrán que enfrentar y vencer. En una sociedad muy corrompida en casi todos los aspectos de la vida política, social y económica, las tentaciones del dinero y del enriqueciendo fácil e ilegal los acecharán a lo largo de muchos años. Pero hay algo muy importante a tener en cuenta, y dos ejemplos pueden servir si no como guía absoluta, sí para la discusión. Simón Bolívar gastó parte de su fortuna en la política, y aunque algunos historiadores se lo atribuyen a su gran ambición de poder, lo cierto es que nadie ha podido condenarlo por haberse apropiado de bienes de la nación, como lo han hecho algunos bolivarianos, a lo largo de nuestra historia republicana, que han utilizado su nombre y su prestigio para encubrir sus falacias políticas. El otro, más polémico por lo reciente de su actuación que sin duda ha dejado cicatrices no totalmente curadas, es Rómulo Betancourt. No tuvo fortuna qué gastar, pero vivió como un luchador de todos los días por su vocación de servicio a la nación, un político honesto a quien han exaltado, después de una razonable rectificación, algunos historiadores que lo adversaron, y no sólo en la teoría sino también en el combate político.
La generación 2014 no puede ser soslayada con discursos displicentes y menos con pretensiones excluyentes, de quienes todavía no han admitido que fracasaron como máximos conductores de un país cada día más pobre, inseguro y éticamente corrompido por culpa de muchas de sus actuaciones u omisiones

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