La Emergencia del Hcamp en urgencia

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Cualquier paciente que llega a la Emergencia del Hospital Central Antonio María Pineda (Hcamp) debe correr con suerte: primero de encontrar una camilla para ser atendido y con la esperanza de que no esté sucia, sin colchoneta, y que no llegue una persona herida por proyectil, porque de seguro esta última será atendida de inmediato.

“Allí es donde desemboca la atención primaria a las personas que llegan de urgencia, un baleado, traumatismo, accidente o algo así. Cada día la vivencia es caótica por la falta de insumos, arriban muchas personas y hay poco personal”, narra Carolina Serrano, enfermera con más de 10 años de servicio.

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Según la legislación, debería haber un mínimo de 20 enfermeras por turno, pero generalmente en el principal centro de salud del Centroccidente venezolano, se cuenta con 10 o 12 para las áreas de triaje (sala de cura), trauma shock, cardiología y observación de hombres y mujeres, “por cada una tendrían que haber cuatro pero somos solo dos y no nos damos abasto”.

El material de trabajo para la salud de los pacientes no es suficiente para atenderlos a todos, por eso es que cuando llega una persona, les dicen que compren los medicamentos, sin importar que quienes allí asisten son gente con pocos recursos económicos. “El personal de enfermería es el más débil pero solucionamos. El jefe del departamento se preocupa porque el turno de la noche tenga todo el material, y lo que resta es para la mañana. Las solicitudes son muchas, así que seguimos esperando mayor abastecimiento”, explica Serrano.

Sobreviviendo para salvar a los demás

Son hombres y mujeres llenos de vocación, de amor por los pacientes y que a pesar de las dificultades, atienden con todo gusto a quienes necesitan. Dicen sentirse llenos, complacidos y satisfechos con su trabajo el cual, en ocasiones, se extiende de horario.

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Los enfermeros son los auxiliares de los médicos y aunque algunas veces los tildan de que dan poca atención, “hacemos de tripas corazones”, comenta Irina Ramírez, quien para la entrevista se identificó de esa manera por miedo a represalias laborales.

Ella tiene más de 20 años ejerciendo la profesión, trabaja en tres lugares diferentes pero el principal es en el Hospital Central Antonio María Pineda, donde ha pasado por las diversas áreas, y en todas ha visto desde siempre la misma problemática: falta de abastecimiento.

“Por eso siempre cargo algunos yelcos, para no pasar trabajo por el paciente ya que, si presenta dolor, uno no está tranquilo. No nos damos abasto porque en mi caso somos dos enfermeras por cada turno para atender a 41 pacientes cuando el Código de Ética de Enfermería establece que son dos por cada uno de los enfermos, es por ello que no nos podemos enfermar porque no hay quien atienda a los pacientes, y el gobierno no mete más personal. A veces sacan de otras áreas”.

A pesar de ello, van a la prioridad, a quien esté más delicado de salud, generalmente son cinco. “Los familiares son nuestros vigilantes y nos avisan si algo va mal para atenderlos rápidamente. Se convierten en nuestros auxiliares porque en las noches no quedan médicos de guardia en algunas áreas como cirugía de hombres y mujeres, traumatología, entre otras”. Ramírez llega generalmente media hora antes de la entrada para recibir la guardia, revisa cada una de las historias junto a su compañera, preparan los tratamientos y los aplican, “aunque algunas veces no lo tienen porque no hay o porque no tienen la vía, ese es el momento de sacar un yelco, un tapa boca, analgésico, o guantes, que nos traemos de los otros trabajos para ayudar a los más necesitados”.

La sensibilidad les toca el corazón por eso hacen una labor social. “En las clínicas muchas veces dejan los patos o pitos nuevos y en el hospital llega gente sin poder económico para adquirir uno. Yo se los regalo”, afirma la dama.

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