La Copa FIFA 2014

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Siempre se ha dicho que el deporte une a los pueblos. Y eso queda demostrado cada vez que se organiza un campeonato mundial. Asisten miles de espectadores, los momentos de convivencia con gente de otros países es realmente colosal. Tengo algunos amigos que se jactan de haber asistido a todos los mundiales. Recuerdo a uno que conserva un balón de cada uno de los campeonatos a que asistió.
Ahora bien, si somos capaces de hacer amistades que perduran en el tiempo ¿por qué con tantas facilidades nos peleamos? Se pelean nuestros presidentes, se insultan mutuamente los políticos. ¿No valdría la pena preguntarnos qué nos pasa?
No pienso que sea cuestión de dinero. Porque en el deporte todos ganan incluso los que pierden y en las guerras todos pierden incluso los que ganan. ¿No es todo esto un poco absurdo? ¿No valdría la pena analizarlo detenidamente, porque no tiene ninguna lógica?
A mi me parece que no tenemos conciencia, o mejor dicho, sí la tenemos pero no nos preocupamos de formarla. Y la conciencia es la que nos dice que el hombre es valioso y merece todo nuestro respeto y veneración. En la novela “Matar un ruiseñor” el abogado Atticus Finch defiende a un muchacho negro acusado injustamente de haber violado a una chica blanca. Pero toda la ciudad, donde los prejuicios raciales son fuertes, se le echa encima.
También su hija le reprocha su conducta, contraria a lo que todos piensan. Atticus al responder a la niña ofrece uno de los argumentos más elegantes sobre la dignidad de la persona: “Tienen derecho a creerlo y tienen derecho a que se respeten por completo sus opiniones, pero antes de poder vivir con los demás, tengo que vivir conmigo mismo: la única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la propia conciencia”.
La conciencia es como una brújula para el bien, pero no es infalible, se puede equivocar. Por eso necesitamos formarla. El día que todos actuemos con conciencia recta se acabarán las guerras, porque sabremos reconocer los derechos de los demás. Necesitamos esa brújula en la azarosa navegación de la vida. Y no nos podemos dejar llevar por lo que sentimos, aunque nos parezca bueno, si perjudica a otros. Ojala las competencias deportivas sirvan para unir a los pueblos, pero cada uno ha de poner de su parte. Y la convivencia y el respeto debe extenderse más allá del terreno de juego.
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