La ceniza

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Es extraño en la vida moderna, hablar de lo corta que es la vida. Hay tanto por hacer, conocer y disfrutar, que no se tiene tiempo para pensar sobre el fin de la vida. No quiero ser “aguafiestas”, pero la sentencia contenida en el Libro del Génesis, decretada por Dios para todos los seres humanos, según la cual “eres polvo y al polvo volverás” (Gen. 3, 19) es una realidad incontrastable, no hace falta ser creyente para aceptarla. Otra cosa es lo que creamos que viene después. Pensar en no detenerse mucho en eso y seguir el curso de la vida sin atender esa realidad, es insensato. La muerte es inherente a la vida. Nuestra vida es efímera, corta, a veces muy corta, flor de un día. Cuántas conductas mejorarían si tuvieran  presente la realidad de la finitud de la vida humana. En cualquier momento Dios llama a su presencia y no hace falta estar enfermo o anciano.

“¿Has visto, en una tarde triste de otoño, caer las hojas muertas? Así caen cada día las almas en la eternidad: un día la hoja caída serás tú” Siempre me impresionó ese pensamiento de San Josemaría Escrivá, contenido en el punto N° 736 de su libro Camino, ayudando a recordar que “polvo somos y al polvo volveremos.” La Iglesia católica comienza hoy con la imposición de la ceniza en la frente de los fieles, tan ligera que el más leve viento la dispersa, un período de sacrificio, de ayuno, de austeridad, de atención al necesitado no solo de bienes materiales sino también de asistencia espiritual y moral, porque la Iglesia, como su Divino Fundador, enseña que la vida de todo cristiano es una vida de servicio, de amor a Dios y al prójimo, en cierta forma de olvido de uno mismo. Centrar nuestra vida en servir, hará más grata la vida de quienes nos rodean y de la sociedad donde vivimos.

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No se trata de estar tristes, ni mucho menos, se trata de servir con alegría. Se alegra la buena madre de familia cuando atiende y vela por sus hijos o el buen padre de familia que se entrega a servir a su esposa e hijos y colabora todo lo que puede para hacer más vivible y amable la vida en la sociedad. Al tener presente que nuestra vida hoy es y mañana no, bajaremos la soberbia, el afán de suficiencia, la ambición desmedida de poder y de riquezas, el deseo de imponernos frente a los demás y la violación de los derechos de nuestros semejantes. La ceniza nos recuerda que la vida se acaba y  tendremos que rendir cuenta ante Dios de nuestros actos, del mal que hicimos y del bien que dejamos de hacer. Es muy trascendente lo que nos recuerda la ceniza que recibimos hoy.

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