Greivis Vásquez, digno heredero

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Greivis Vásquez era apenas un niño cuando Venezuela alcanzó su primer gran logro a nivel de selecciones en el mundo del baloncesto: el título del Suramericano jugado en Valencia en 1991.

Apenas llegaba a los cuatro años y se entretenía en juego infantiles con sus vecinitos en Caracas, cuando Carl Herrera y la generación dorada de entonces, que incluía a Sam Sheppard, Gabriel Estaba, Iván Olivares y Alexander Nelcha, alcanzaba la inolvidable conquista, frente a Brasil, en el Fórum de Valencia.

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Era Herrera el hombre estandarte de aquella selección. El camiseta 11, de brazos largos, enorme juego defensivo y un caudal de talento, hacía las veces de guía dentro de un grupo que entregó las mayores alegrías que se recuerden en el deporte de las canastas. No en balde, aquel muchacho que creció en Guanare, pasó por la NBA y dejó su huella con un par de anillos de campeón logrados con los Rockets Houston.

El ahora entrenador de Gigantes de Guayana en la LPB cumplió con su objetivo. Era el líder del quinteto y no rehuyó a la responsabilidad de llevarlo por el camino de los triunfos. Los resultados lo corroboran, su paso con la selección fue exitoso.

23 años después aparece un digno heredero: Vásquez, el oriundo de Coche, ese piloto de 1.98 que se creció cuando más se le necesitaba y plasmó su mejor partido en la final ante Argentina para comandar el título conseguido hace un par de noches en el gimnasio La Asunción de Margarita.

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Como su predecesor, Vásquez es un NBA. Son cuatro temporadas en el llamado mejor baloncesto del mundo, una de ellas -la tercera- de números muy importantes, que le valieron elogios de la crítica especializada y algunos colegas.

Era lógico que con ese estatus fuese lanzado como la carta crédito de Venezuela en Margarita. Pero no las tuvo todas consigo desde el principio. Si bien es cierto que puso buenos números, sus actuaciones en cancha parecían quedarse cortas, o no estar al menos a la altura de las expectativas. En su descargo debe decirse que fue el último en incorporarse y no hizo la fase de preparación, lo cual le hizo llegar en desventaja con respecto a sus compañeros y rivales en el tema de la condición física.

Pero eso poco importa. Lo trascendente es que sacó la clase y categoría en el momento indicado, en los partidos decisivos. Dio sus pinceladas en la semifinal frente a Brasil, pero lo que hizo ante los argentinos en el duelo por el campeonato fue consagratorio. No solo fueron los 24 puntos, sino la forma de conducir, llevar calma cuando era necesario. Mucho tuvo que ver el hecho de que la dirección técnica finalmente lo colocara en su posición original, en su rol de piloto y no como alero. El Más Valioso que recibió tras el festejo en la cancha insular es más que merecido, un reconocimiento a su buen desempeño, y al hecho de querer vestir la camiseta vinotinto, en tiempos en que muchos optan por cuidar contrato y pensar más en lo económico.

Es apenas el primer festejo de lo que parece ser una época interesante para el básquet criollo. Los de Herrera fueron los Héroes de Portland. Y Vásquez quiere llevar a esta generación a convertirse en los nuevo héroes. Esperan el Preolímpico de 2015 y los Panamericanos de Toronto.

 

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