Fermín Toro, política y pensamiento

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El pasado jueves 14 atendí una invitación de la universidad barquisimetana que lleva su nombre para hablar de Fermín Toro, civil y hombre de ideas que supo luchar y servir en tiempos violentos de predominio de los hombres de armas.

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Como otros de su generación se forma a sí mismo. Ha nacido y crecido durante el conflicto por la Independencia. Tiene 3 años el 5 de julio de 1811 y 17 cuando la Batalla Naval del Lago de Maracaibo marca el final de la guerra en territorio venezolano. Tiene 14 años cuando la Batalla de Carabobo en 1821, y 23 cuando en 1830 se disgrega la Gran Colombia.

En una vida que no alcanzó sesenta años fue funcionario de Hacienda en La Guaira y Margarita a los veintidós, Diputado al Congreso por Margarita a los veinticuatro y a los veintisiete Presidente de la Cámara. Diplomático en Londres en 1839, y volverá años más tarde como jefe de misión allí. También se desempeñará en Bogotá, Madrid, París y ante el Reino de los Países Bajos. Y será Secretario (Ministro) de Relaciones Exteriores en 1858.

Ha sido Oficial Mayor, Viceministro, del Ministerio de Hacienda en 1841, y dos veces, en 1847 y 1858 será Ministro de ese despacho. Otra vez Diputado por Caracas en 1848, con gesto cívico firme que es histórico ante el “fusilamiento al Congreso” por el monagato. “Decidle al general Monagas que mi cadáver lo llevarán, pero Fermín Toro no se prostituye”. En 1858 preside la Convención Constituyente reunida en Valencia y es su voz más clara. En 1860 es Senador brevemente, porque vuelve al exterior, a su última misión diplomática y pública a Madrid, durante la cual da la que se considera la primera rueda de prensa de la historia en el mundo. En 1862 se retira de la política y muere en Caracas tres años después.

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Esa intensa vida en el servicio público no le impide ser articulista de prensa, profesor de Filosofía en el Colegio La Independencia y escribir Los Mártires, la primera novela venezolana.

Cree en la unión de la política y el estudio, de la acción y el pensamiento. Y en una política con base ética. “Cuántos delirios absurdos e iniquidades no se han consagrado en nombre de la política”, afirma, y más allá explica: “Esta palabra política, un tiempo mágica, un tiempo reservada para resonar solo en el recinto de sombríos gabinetes impenetrables a las miradas del vulgo; un tiempo emblema de una doctrina misteriosa, en que solo se iniciaba el fuerte, el poderoso, el déspota, bajo el triple velo del dolo, el fraude y la mentira; esta palabra, decimos, conserva aún para muchos algo de su virtud cabalística; y el maquiavelismo resuena todavía en los oídos de la multitud como el arte de los prodigios, como la ciencia de decretar los destinos de la humanidad, confundiendo los consejos de la sabiduría, quebrantando la fuerza expansiva de los pueblos, helando el ardor de la libertad y degradando al hombre para mantenerlo en la eterna inmovilidad del bruto.”

Todo homenaje es más que merecido. Felicito a la Universidad Fermín Toro.

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