Campana en el Desierto: Esta elección será una lección

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Ninguna encuesta está en capacidad de medir el asco de un país.

Un Gobierno que dispuso de tiempo y recursos de sobra para completar una obra trascendente, o al menos decente, aceptable, se presenta a la justa electoral del siete de octubre no sólo con las manos vacías, sino, lo que es peor, manchadas de vicios, de cinismo, de sangre.

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Su historia es un arsenal de oportunidades malbaratadas. De esperanzas frustradas. De mentiras frotadas con ebria perversidad sobre las llagas y necesidades más sentidas de un pueblo burlado. Burlado en su buena fe, burlado en sus hambres, burlado en su desamparo, en el dolor de sus diarias tribulaciones.

Es una estafa criminal que no puede continuar por más tiempo. Prolongarla sería un monstruoso acto de degradación generalizada. Una ominosa postración que no se la merece una nación emprendedora, pacífica, tolerante, tan proverbialmente generosa que es capaz de reírse de sus propias tragedias. No se la merece la madre que, en un hogar maltrecho, guía, sola, los pasos de niños a quienes se los arrebata con saña la sombra de una violencia no reconocida oficialmente. No se la merece el joven a quien se pretende inocular los achaques de un hombre nuevo apático a la libertad, a la propensión a la paz, al libre juego de las ideas, a los deslumbres de la modernidad. No se la merece nadie que sobre este suelo aspire a soñar sus propios sueños, a morir, en su hora, su propia muerte.

Ya el poderoso no se atreve a amenazar con pulverizar a sus rivales. Sus odios incurables son fuegos fatuos. Nadie, por ahora, se convertirá en polvo cósmico por su inapelable voluntad. Es de entenderse que si sus delirios tardíos se lo permitieran, alguna solitaria tarde de estas acabaría por escuchar en palacio la voz del Quijote sobre los oídos recelosos de Sancho: «(…) porque no es posible que ni el mal ni el bien sean durables; y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca».

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Dentro de una semana, Venezuela repudiará este ensayo de tiranía. La suerte de la república no puede estar supeditada a la ambición y a los excesos de uno de sus hombres. Ni siquiera a las particulares ilusiones de uno solo de sus hijos más ilustres, y éste, dolorosamente, no es el caso. En siete días, apenas, será pasada esta triste página. Reeditar esta glorificación del resentimiento, este jubiloso tutelaje de los más bajos instintos sociales, sería una ofensa capital, imperdonable. Nos volvería un tropel de indignos. Por eso asistiremos a una elección que será, en definitiva, una lección, para todos. Haberla aprendido en plan de escarmiento y de rectificación será lo único provechoso que se pudiera extraer de esta ruinosa abominación. De esta revolución de truhanes.

Me juego la vida en este vaticinio: no estallará la violencia. No habrá guerra civil. No se partirán en dos las Fuerzas Armadas. Podrán registrarse algunas chispas y escaramuzas, pero el país no será incendiado. No se producirán suicidios colectivos. No nacerán niños deformes por esta causa. No hará falta una intervención extranjera. Las aguas de los ríos no fluirán al revés ni dejarán de arrastrarse rumorosas hacia las anchurosas cuencas del mar. Después de la estupefacción y del natural descreimiento, entre los escombros que dejará la colosal mentira oficial en su implosión, se abrirá paso una densa calma. Una calma expectante, de reacomodos en las placas de nuestra institucionalidad. La arrogancia de quienes reclamarán impunidad y el borrón y cuenta nueva para sus fechorías y riquezas malhabidas, será suplantada enseguida por la desoladora cobardía de quien reniega de sus lealtades y de sí mismo, con los hilos de una súplica gatuna. Se restaurarán espacios para el entendimiento. Por encima de los amagos y de aisladas muestras de irracionalidad, habrá de prevalecer la cordura, la sensatez. Hará falta prudencia, coraje, desprendimiento, mente fría, visión de estadistas, eso sí, porque los enemigos de la democracia estarán acechantes, codiciosos. Ante cada yerro, ante cada desviación, el fantasma del pasado indeseable nos golpeará con sus ramas filosas en el rostro. Entonces abrazaremos nuestras nuevas fábulas, tornaremos a nuestras viejas miserias. Volveremos a ser lo que siempre hemos sido.

Y, entiéndase de una vez por todas, no habrá trampa que valga. Hasta el último minuto intentarán amedrentar, adulterar, alejarnos de las urnas, poner en duda el carácter secreto del voto (lo cual ensucia aún más sus pretensiones continuistas), pero no podrán, fracasarán con estruendo y vergüenza. Se estrellarán contra la fuerza prodigiosa de una decisión que este domingo brotará con el ímpetu telúrico de lo irrevocable, de lo unánime. Una sola voz nos recordará que somos hermanos, que siempre hemos sido hijos de una patria común, de un destino que nos entrelaza.

El fraude electoral, se sabe bien, sólo encuentra asiento posible en nuestra vacilación, en nuestra ausencia. En la abstención, en la renuncia. Y lo que se respira por doquiera en las grandes ciudades igual que en los pueblos más apartados, son unas irrefrenables ansias de expresión, de participación. Se ha recobrado la autoestima. Ya no nos sentimos vulnerables, derrotados de antemano. El primer miedo que en estos instantes cobra nítido sus perfiles, es el miedo a fallarle al país, y, sobre todo, a un porvenir ahora mismo confiscado bajo la extraviada bota de un aventurero sin escrúpulos. Eso explica que nadie se arriesgue a perderse las galas de esta fiesta con etiquetas de dignidad.

El otrora líder imbatible ha visto disminuir sus bastiones en cada elección, y ésta será la decisiva. Ya perdió el referéndum de 2008 y, en proporción de votos, también las elecciones parlamentarias de 2009. Cayó en Caracas, cayó en Miranda. ¿Qué ha hecho todo este tiempo el comandante de causas perdidas para revertir su drástica e irreparable quiebra afectiva con las masas que le fueron afectas? ¿Cuál de sus promesas fundamentales honró en estos 14 largos años? Lo cierto es que nunca antes se presentó a una elección en condiciones tan deplorables. Luce vulnerable, disminuido entre los fétidos despojos de su desalmada y crónica ingratitud. Y, para colmo, nunca antes un oponente reunió los méritos admirables que ha exhibido Henrique Capriles Radonski, quien acabó trazando la agenda electoral, él, humano, accesible, con su oferta de hacer de la educación un escudo contra la pobreza; y el otro, ajeno, inabordable, despreciativo, en los trances de vaciar sus procacidades, insultándolo, e insultándose él mismo con desempeño tan impresentable como insostenible.

Las encuestas, trocadas en piezas de propaganda, sesgadas algunas, tarifadas otras, ya fallaron antes al predecir que la oposición no sacaría más de 35 diputados a la Asamblea Nacional, o que en las primarias sólo votarían unas 500.000 personas. Más sólidos y desprejuiciados, los cálculos estadísticos del experto profesor de la UCV, Ángel Da Silva, con un análisis del lineal comportamiento electoral de los venezolanos desde 2006, revelan que Capriles obtendrá una votación que oscilaría entre 7.24 y 7.96 millones de votos, mientras que el aspirante a la perpetuidad sumaría entre 6.16 y 6.88 millones de votos.

Alrededor de un millón de sufragios de ventaja. Es a lo que apunta un optimismo racional, conservador. Pero pudiera haber sorpresa. El país votará movido por un sentimiento que es mezcla de esperanza y de asco. Un fervor inquebrantable estalló justo en los días cruciales dentro de las huestes democráticas, en abierto contraste con el hastío que entumece al amo de las cadenas. Y eso será imposible de medir en votos hasta el próximo domingo.

Repiques

La propuesta de que Henri Falcón sea el vicepresidente en el Gabinete de Henrique Capriles, se la hizo el candidato presidencial hace más de un mes.

El anuncio oficial iba a ser hecho en Barinas, luego en San Felipe, pero se pospuso posiblemente para el acto del cierre nacional de campaña en Barquisimeto, el jueves 4, porque la sola mención de que Capriles revelaría parte de su Gabinete causó algún ruido en las interioridades del mundo de la oposición.

Surgieron los espontáneos, interesados en llenar el vacío que dejaría Falcón en Lara, al no ir por la reelección en la Gobernación del estado, conforme a los resultados de las primarias.

Cuando Falcón recibió la apetecible propuesta, su primera reacción fue la de insistir en que no dejaría al garete su capital político en Lara. «No voy a dejar guindando a mi gente», habría sido su expresión.

La situación fue analizada en el alto mando de la campaña. Con el jefe del Comando Venezuela, Armando Briquet, con la cúpula de Primero Justicia, con Julio Borges a la cabeza, y otros factores.

Falcón no sólo recibió la bendición en lo tocante a su escogencia, sino que dejó en claro lo de la sucesión, a nivel local. El candidato a la gobernación sería el actual secretario general de gobierno, Teodoro Campos, el popular «comando».

Aparte del reconocimiento que Capriles desea hacerle a Falcón, por su adhesión fundamental no sólo de ahora, sino, también, por lo clave que fue su apoyo en los tiempos en que se definía la precandidatura, una cuenta que sacan los estrategas de la campaña es que el nombre de Falcón como la llave de Capriles en el nuevo Gobierno, atraería a muchos que aún se mueven dentro de las esferas del oficialismo.

De manera que Falcón va para las grandes ligas. Será uno de los hombres con mayor peso específico en la era política post-Chávez. Libre de toda atadura ante el frenazo del diputado oficialista Pedro Carreño en sus epilépticos amagos por plantear su inhabilitación, es fácil advertir que la reconocida habilidad política y el buen manejo mediático de Falcón le habrá de asegurar una espectacular proyección nacional. En esto Falcón pareciera seguirle los pasos a Pepi Montes de Oca, el ministro estrella de Luis Herrera Campins, a quien, por cierto, lo unió una estrecha amistad y una recíproca admiración.

Y aunque es temprano para el análisis, conociéndose el carácter excitado de Falcón, nada tendría de extraño que en poco tiempo suene, incluso, entre las figuras presidenciables. Con otro poderoso elemento a su favor: Una de las primeras decisiones de Capriles en la presidencia será promover una reforma constitucional que prohíba, en forma absoluta, la reelección presidencial.

Una suerte con la que Pepi Montes de Oca jamás soñó.

De vacaciones en Buenos Aires, pude percibir el terrible rechazo que en todos los sectores de esa gran nación venida a menos despierta el hecho de que Cristina Fernández siga los pasos de Hugo Chávez. La misma receta, los mismos vicios. Ambos tendrán sin duda el mismo vergonzoso final.

Acompañamos la idea de prorrumpir en un cacerolazo nacional el sábado 6 de octubre de 8:00 a 8:30 de la noche. Se ha aconsejado ir practicando cada vez que se produzca una cadena del Presidente saliente.

Una buena recomendación para el 7 de octubre es votar temprano. Ir en cambote. Unidos. Movidos por la esperanza.

En las elecciones del Colegio Nacional de Periodistas estamos con la plancha que encabeza, en lo nacional, Tinedo Guía, y Jorge Euclides Ramírez en la seccional Lara.

Fernando Londoño Hoyos ha escrito, en Manizales, Colombia: «Hugo Chávez, el funesto presidente de Venezuela, ha llegado a su ocaso. En las elecciones de octubre perderá irremisiblemente y no quedan para él otros caminos que un fraude vergonzoso o el eclipse definitivo de su dolorosa fortuna».

¿Sabías que el gobierno de Chávez ha construido en otros 14 países más de 250.000 viviendas y en Venezuela 160.000, en 14 años?

¿Sabías que el Gobierno de Venezuela construyó en Nicaragua y en Bolivia tres centrales eléctricas para solucionar la escasez de energía en esas naciones?

¿Sabías que Chávez ha manejado casi un billón y medio de dólares en trece años, y aún así en el país no funcionan los servicios?

Hace tiempo no sabía cómo se sentía ser fuerte, hasta que ser fuerte fue la única opción que me quedaba.

El Presidente saliente tuvo el cinismo de decir hace unos días en Acarigua, que «Portuguesa tiene todo para ser una potencia».  Y por qué diablos en 14 años no hizo nada para lograrlo.

 

El fuego de los tanques de gas en la refinería de Amuay fue apagado con espuma traída desde los Estados Unidos en un avión Hércules. La nave llegó en horas de la madrugada al aeropuerto Josefa Camejo de Punto Fijo, e hizo su trabajo. Las labores fueron dirigidas por el venezolano Ramón Blanco, gerente de Fire School, botado de Pdvsa-Lagunillas en el año 2002. ¡Sorpresas que da la vida!

El cierre de campaña de Henrique Capriles en Barquisimeto será histórico, clamoroso, definitivo. Tendrá un carácter eminentemente nacional, popular. Despejará cualquier duda que aún pueda existir sobre el triunfo que se anotará el próximo domingo.

Dejar de votar el 7/0 por miedo al fraude, es como quemar un billete por temor a que te lo roben

Leído en Twitter:

@garciabanchs: «El voto es secreto. Lo que ya no es secreto es quién ganará el 7/0»

@DarielysHidalgo: «Las carreteras no están en mal estado. Es nuestra vista la que falla»

@Informe21: «El riesgo de divorcio aumenta cuando el hombre ayuda en las tareas domésticas»

@johnmagdaleno: «En el final de la campaña de Capriles pareciera estar trabajando eficazmente la ‘expectativa de triunfo’ por intermedio del ‘contagio'»

 

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