#Especial: Maduro y el reto de continuar

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«Si se me presentara alguna circunstancia que me inhabilite para continuar al frente de la Presidencia, Maduro debe concluir. Mi opinión firme, absoluta, total, irrevocable; es que en ese escenario ustedes elijan a Nicolás Maduro como nuevo presidente de Venezuela”.

Con estas palabras el presidente Hugo Chávez, durante su última alocución en cadena de radio y televisión realizada el 8 de diciembre de 2012, selló de manera anticipada un cambio radical en la vida del entonces vicepresidente ejecutivo de la República, quien a los pocos meses asumiría en sus hombros el peso de la Nación y la revolución, luego de la muerte del mandatario.

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Nacido en Caracas, el 23 de noviembre del 1962, la historia de Nicolás Maduro Moros es un ejemplo de los logros que se pueden obtener por estar en el lugar y momento determinados, también junto con las personas indicadas. De su desempeño como conductor en el Metro de Caracas, Maduro se dedicó a la actividad sindical y llegó hasta la presidencia del sindicato de la empresa.

Fue en esos días cuando empezó a relacionarse con el teniente coronel retirado Hugo Chávez Frías, en ese entonces, sólo conocido públicamente por haber liderado una intentona golpista contra el presidente Carlos Andrés Pérez, en febrero de 1992. Maduro fue uno de los fundadores del Movimiento Quinta República, con el cual Chávez llegó a la Presidencia de la República luego de ganar los comicios celebrados en 1998.

El trabajo de Maduro junto a Chávez fue posible gracias a su relación con la activista Cilia Flores, especialista en derecho penal y laboral, cuyo desempeño fue clave para lograr la liberación de los militares involucrados en la intentona golpista, y quien ya formaba parte del círculo más íntimo de Hugo Chávez como una de sus seguidoras más leales.

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La conoció en una reunión celebrada en el Cuartel de Catia. Sin embargo, el contacto político con la izquierda no era una novedad para Maduro. El diputado a la Asamblea Nacional, Ernesto Alvarenga, recuerda al joven liceísta de finales de la década de 1970, que formó parte del Movimiento Estudiantil Unidad con el Pueblo (MEUP), asociado con la Liga Socialista, y representó a esta organización en los liceos Luis Manuel Urbaneja Achepohl y José Ávalos, de Caracas, donde cursó estudios.

“(El movimiento) era el brazo para hacer trabajo político en los sectores de educación media y las universidades. Maduro era activista y su jefe político era Juan Barreto. Después hizo un curso de formación en La Habana a principios de los ochenta, de allí su formación ideológica, y su relación estrecha con el Partido Comunista cubano y los hermanos Fidel y Raúl Castro”, expone.

La primera prueba política del ahora sucesor de Hugo Chávez fue su participación en las elecciones para la conformación de la Asamblea Constituyente de 1999, encargada de diseñar una nueva Constitución, con la cual daría inicio el gobierno reformador de Chávez. Su firma es la sexta entre las de los “constituyentes electos por el Distrito Federal”.

El próximo reto político fueron las elecciones del año 2000 a la Asamblea Nacional, que reemplazó al Congreso. Tras lograr la reelección en 2005, Maduro consolidó su liderazgo al ser elegido presidente del Parlamento. Sin embargo, en agosto de 2006 es requerido por el presidente Hugo Chávez para sustituir a Alí Rodríguez Araque en el ministerio de Relaciones Exteriores. Altos y bajos en la Cancillería Siendo uno de los funcionarios que ha durado en un cargo durante la presidencia de Hugo Chávez, con seis años al frente de la Cancillería, entre los logros que a Nicolás Maduro se le reconocen están: la consolidación de la unidad en la región a través de bloques geopolíticos como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac).

Ello además del ingreso formal de Venezuela al Mercado Común del Sur (Mercosur) y el reforzamiento de las relaciones con naciones como China, Bielorrusia e Irán. Entre los puntos más bajos de la administración de Maduro, se encuentra el rompimiento de relaciones con Paraguay, luego que el funcionario fuera señalado por la justicia de ese país de presuntamente “instigar a los comandantes de las Fuerzas Armadas a sacar tropas a las calles para evitar la destitución del presidente Fernando Lugo”, quien por decisión del Congreso paraguayo fue sustituido en la Presidencia por Federico Franco.

Asimismo, el cierre del Consulado en Miami que contribuyó a incrementar la tensión en las relaciones con Estados Unidos, y que afectó la situación de 19.542 electores venezolanos, quienes debieron trasladarse a ciudades lejanas como Nueva Orleáns para poder ejercer su derecho al voto en los comicios presidenciales de octubre.

Ello sin contar el escándalo que provocó el asesinato de la representante diplomática Olga Fonseca, cuyo cuerpo fue hallado el 27 de julio del año pasado en su residencia al norte de Nairobi, cuando estaba al frente de la Embajada venezolana en Kenia. Hasta ahora se encuentra señalado otro diplomático venezolano como autor del crimen.

La presidencia encargada Apenas setenta y dos horas después de la ratificación de Hugo Chávez en la Presidencia de la República, el pasado 10 de octubre, Maduro fue llamado por el mandatario para ocupar la vacante que dejaría Elías Jaua, quien competiría contra Henrique Capriles Radonski por la Gobernación de Miranda. Desde ese día y hasta finales de diciembre el funcionario se dividió entre ambos cargos, hasta que durante la convalecencia del mandatario nacional en Cuba, producto de la cuarta intervención quirúrgica a la que había sido sometido, es aprobada la designación de Jaua como cabeza del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Luego de fallecimiento de Hugo Chávez, el ahora principal líder del chavismo fue juramentado por su compañero de partido, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, como Presidente Encargado de la República, con un apoyo del Tribunal Supremo de Justicia que hoy es ampliamente criticado desde algunos sectores. Ante las elecciones presidenciales, Maduro ya no cuenta con su “padre político” para hacer frente a la dura batalla que se avecina.

Pero al menos cuenta con el apoyo irrestricto de su “compañera de vida”, Cilia Flores, quien dejó su puesto en la Procuraduría General de la República para convertirse en la Primera Dama, aunque el mandatario encargado prefiera llamarla la “primera combatiente de la patria”.

Lo que suceda después del 14 de abril pasará a formar parte de la historia que escribe el continuador del chavismo, y todo lo que se desprenda de su mandato, en el caso que gane los comicios, será su responsabilidad. “El tiene tres escuelas que ayudan mucho a la búsqueda de una conciliación en Venezuela: la escuela sindical, la escuela parlamentaria y de las relaciones internacionales; porque son tres escenarios plurales, de debates, acuerdos y desacuerdos.

Que le dan a una persona el talante democrático”, resume el diputado Rafael Simón Jiménez, compañero de Maduro en sus años en la AN, quien considera que el problema del chavismo fue llegar muy rápido al poder sin que le permitieran convivir con otras corrientes políticas, característica que distingue al principal representante del chavismo en el país.

 

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