Ese corrupto es “mío”

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En un país normal la petición de la Ley Habilitante que hizo Nicolás Maduro a la Asamblea Nacional para “luchar contra la corrupción” hubiera sido acogida con regocijo. Pero en un país donde “las cucarachas vuelan” –como dice Oscar Yanes- un anuncio de ésos hay que tomarlo con pinzas, precaución e inmensa aprensión.
Ojala sea para buscar y castigar a los corruptos. Me gustaría mucho que les quitaran el dinero mal habido –y que cuando salieran de la cárcel trabajaran para ganarse la vida, como hace la mayoría de la gente. Que el dinero recuperado se invierta en educación, salud y seguridad, que buena falta nos hace. Pero lo que ha sucedido hasta ahora aparenta ser más bien una razzia en contra de figuras de la oposición que una voluntad de ponerle coto a la exención con la que se roba en Venezuela.
No voy a defender a nadie, porque no creo en solidaridades automáticas. Hay que investigar y sancionar a quienes hayan incurrido en delito, por supuesto. ¿Es acaso tan raro que las leyes se apliquen por igual? Pero existen suficientes evidencias de riqueza fácil del lado del gobierno que nadie investiga, mucho menos sanciona.
Cuando se alega esto, sacan como bandera los casos del exgerente de la Aduana de La Guaira, del expresidente de Ferrominera Orinoco y del exalcalde de Guanarito, que supuestamente enfrentan a la justicia venezolana por irregularidades cometidas durante su gestión. Tres “chinos de Recadi”, bobos peces flacos que pagan mientras los peces gordos siguen nadando en el mar de la impunidad. Tiene que haber sanciones ejemplarizantes si se quiere un cambio radical.
Caiga quien caiga, del lado político que se encuentre, tenga el puesto que tenga, sea quien sea dentro de la colectividad. Tiene que ponerse en marcha un movimiento de sanción social. En Venezuela el corrupto no es corrupto si es pana. No es lo mismo “mi corrupto” con quien me voy a cenar a París, me invita a rocambolescas fiestas y viajes miliunnochescos que “tu corrupto” o “un corrupto”. Y si el pana no es culpable, menos lo es quien le acepta las invitaciones. ¿Qué clase de sociedad somos? Aquí no habrá un cambio real hasta tanto –no me cansaré de decirlo- el dinero deje de ser el vehículo de ascenso social.
Recuerdo vívidamente una lección de vida que tuve cuando yo estaba en tercer grado. La he contado muchas veces, pero la voy a repetir porque fue ejemplarizante. Mi maestra era la Madre Haydée Vecchini y nos mandó a hacer la tarea de matemáticas de la página 117. Yo anoté mal y en vez de “117” escribí “171” en el memorial de mis tareas, e hice los problemas de la página 171.
Cuando al día siguiente llegué al colegio, una de mis compañeras, que no había hecho la tarea, me la pidió para copiársela, y yo se la presté. Cuando nos devolvieron los cuadernos corregidos, yo tenía un enorme “cero” en rojo, y el nombre de mi compañera al lado de la nota. Ella también tenía su cero, con mi nombre al lado. Al final de la clase, cuando las otras salieron al recreo, la Madre nos pidió que nos quedáramos. Yo tenía una mezcla de miedo por el regaño y mucha, mucha rabia por la mala nota. La Madre Vecchini me dijo: “Si hubieras hecha la tarea que yo mandé, jamás me hubiera dado cuenta de que ella se la había copiado. Pero por ese error, hoy les toca aprender una lección a las dos”. A mi amiga le dijo: “Que esto te sirva para darte cuenta de que a quien engañas con tu trampa es a ti misma… Esta vez dañaste a tu amiga que, creyendo que te hacía un favor, te prestó su tarea para que te la copiaras.”
Luego se volteó hacia mí. Con voz suave, pero firme, me dijo: “Y tú, Carolina, nunca te olvidarás de que “tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata”.
¡Querida Madre Vecchini! ¡Ojalá hubiera sido usted la maestra de tantos venezolanos indignos! La noción de la culpa tanto del embaucador como del cómplice están profundamente grabadas en mí, gracias a usted. ¡Cómo desearía que hubiera cientos de miles de maestros como usted!
¿Llegarán la educación y el trabajo a ser los valores que motoricen nuestro país?… Amanecerá y veremos…
@cjaimesb

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