Escribo porque vivo

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“Lo que he escrito lo he escrito”, está en el Evangelio de Juan. La responsabilidad me corresponde entera.
Escribir es, en sì mismo, un acto de optimismo. Se escribe con la esperanza de que alguien lo leerà.
Escribir es el más gregario de los placeres solitarios y el más solitario de los placeres gregarios. Lo cual resulta muy conveniente para alguien como quien habla que disfruta de la soledad tanto como se siente parte de la sociedad.
Y leer, es un festín que te espera, con la paciente fidelidad del texto, para calmar un hambre que nunca se sacia. Así que puedo decir que, entre otras cosas, escribo por gratitud de lector.
Escribo desde que aprendí a escribir, quiero decir escribir, en la escuela primaria. Las “composiciones” eran el trabajo escolar, en el aula o en la casa, que prefería. Las carteleras fueron mi primera editorial, incluso algún mural familiar.
Para tener dónde publicar fundamos varios compañeros de estudios, un periódico estudiantil, Juventud. El género era tan popular en el Barquisimeto de mi adolescencia que hasta llegamos a crear una asociación porque había, si mal no recuerdo, nueve periódicos en aquella ciudad pequeña y provinciana que era a mediados de los años sesenta.
Mucho antes de eso, todavía en la niñez, escribía y editaba un periódico doméstico de dos ejemplares (reproducción con papel carbón), El Rayo. La única sección infaltable era la hípica porque mi única cliente, mi abuela, era aficionada a los caballos y sellaba todas las semanas. Conocimiento del mercado, podríamos decir. A ella, un homenaje, porque a sus hábitos de lectora de prensa (El Impulso siempre, y durante un buen  tiempo El Nacional en las mañanas y El Mundo en las tardes) debo buena parte de los míos.
El ensayo y la crónica son mi gusto. El periodismo mi compulsión viciosa. Me ha tocado hacer análisis de política internacional y nacional, opinión política muchísima, también económica; deportes que son el predio del exigente “truco de la variación elegante” que diría alguien en las columnas del Chicago Tribune, desde su gigantesco, cinematográfico, edificio a la vera de un puente y un río. Y espero tener tiempo y oportunidad para escribir de comida y de cocina, aspecto de la cultura por el que tengo señalado interès, como salta a la vista.
La oratoria me ha requerido, y la asumo, pero cada vez que me paro en una tribuna debo librar una pequeña batalla para vencer mi naturaleza reservada. Así que no escribo los discursos por perfeccionismo, sino porque lo necesito, y para decir lo que tengo que decir en un tiempo que no sea desconsiderado con la audiencia.
Con lo que nunca he podido es con la narrativa, porque incluso algún pecado poético juvenil cometì. Tengo para mì que la literatura de ficción no se me da. Aunque no faltarà quien considere de ese gènero el libro que tengo en proyecto, y es mi Curso de Derecho Parlamentario
Por vocación y espíritu de servicio fuì Diputado por Lara por varios años. La libertad es consustancial tanto al parlamento, como a la universidad y, por supuesto, a la literatura.
La libertad, emanación de la dignidad, que es tolerancia, respeto, ecosistema de la convivencia y hermana de la solidaridad social.
En verdad, escribo porque vivo.

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