Era verdad: ¡No hay chavismo sin Chávez!

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El hampa se apodera de ciudades y pueblos del estado Lara, y del país entero, donde el temor a caer abatido en cualquier esquina decreta un toque de queda general, apenas se deslizan las sombras de la noche.

No significa que la luz del día proteja a nadie. El panorama es tenebroso a toda hora, igual solo o entre la muchedumbre. Igual si se lleva una cadena que parezca, o sea, de oro, que si se carga algún calzado digno de ser lucido por el malandro en el próximo atraco. Caminar por las calles deja en la saliva un viscoso sabor a sangre, a desamparo. El simple hecho de aventurarnos por una acera es vernos paralizados ante el extraño que se acerca, convertido por obra de la imaginación, por el caos de emociones, en fin, por la psicosis, en un potencial asaltante. Aventurarnos por los caminos de la vida es recordar, cada paso que se da, cada paso que se le gana a la muerte acechante, que se tiene hijos, nietos, amigos. Que a uno lo aguardan en casa. Que no podemos faltar.

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No es para menos. Las noticias rebotan en nuestros temblores. En los techos de nuestra vulnerabilidad de ciudadanos comunes. Un hombre estuvo a punto de ser linchado en Agua Linda, tras violar a una niña de 10 años. En el barrio José Félix Ribas acaban de matar a un policía. Y a otro, casi simultáneamente, en Las Sábilas. Entre los presos de la comandancia policial de «la 30» estalló una «huelga de sangre». Dos maestras fueron secuestradas en Yaritagua. La muerte, reciente, de un pastor evangélico que había resultado herido en el motín de Uribana, elevó a 63 los caídos en la pavorosa masacre de enero.

Esa era la atmósfera de la ciudad cuando llegó, desde Caracas, una comisión del Cicpc. El presidente encargado, Nicolás Maduro, tan entretenido en convertir en votos las lágrimas que el pueblo derrama tras la desaparición del líder, había reaccionado. La violencia no puede seguir tan de moño suelto por el país, aulló. Pero, nada qué ver, los detectives no venían atraídos por ninguno de los sucesos citados. Son tragedias que, se sabe bien, no alteran a la revolución. Sólo la vida de los jerarcas en el poder es sagrada. Sólo ellos tienen dignidad, y derechos, y pueden deslumbrarnos con sus privilegios y groseras impunidades. No. La misión de ese pelotón de detectives era la de poner presa a una mujer que en su cuenta de Twitter, con 12 seguidores, mencionó que el cadáver del presidente Hugo Chávez, expuesto en capilla ardiente, había quedado «como un muñeco de cera».

Se trata, por lo demás, de una hipersensibilidad muy a la cubana, que de Cuba y los vicios totalitarios de su miserable régimen estamos infiltrados hasta los tuétanos. Es la misma imagen que nos devuelven las peripecias en que debe incurrir la bloguera Yoani Sánchez (¿por qué son siempre mujeres las dueñas de tanta hombría?), para reflejar aunque sea un trocito de la verdad que la dictadura de los hermanos Castro sepulta en su isla, que es su cárcel particular.

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Cuanto ha quedado al descubierto es la obsesión de quien ha desparramado mentiras y cinismos a granel, y de repente siente el frío del desconcierto. La maldición de todo impostor es ser perseguido por el miedo a que ese andamiaje de disimulos que construyó acabe por derrumbársele encima, sin remedio. Es la obstinada conciencia de esa negación lo que algún día lo delata. A fin de cuentas nada de lo que tiene es suyo. Por eso, en su orfandad, en sus ocultos espantos, sucumbe al afán de atestiguarse «hijo». Es una carta de identidad que lo contradice a él mismo. Lo presiente, lo sabe. Además, alguna de sus «hermanas» se encargó ya de desairarlo en público. Su trabajoso protagonismo tropieza con algo que él hasta hace apenas unas horas repitió, porque se lo dictaba la fidelidad que debía proclamar, y lo festejaba, asimismo, su natural adulancia: No hay chavismo sin Chávez. El comandante supremo es insustituible. Esta banda tricolor no me pertenece. ¿Cómo suplantarlo, entonces? Y, encima, ¿por qué no le confiaron un solo día las insignias de mando, en vida? La duda queda.

El pueblo podrá ser pobre, pero no tonto. Se guardará su luto, como lo hace cada última noche, porque a eso lo han acostumbrado la discreción de su humildad, y, además, su habitual convivencia con la muerte. Más allá de sus lealtades, la gente percibe el engaño, ese lujoso fárrago de manipulaciones y artificios que despide el poder. Al propio tiempo que el secretismo se derrite en una feria de explosivas revelaciones, al «sucesor» lo acosa la sensación de amanecer desprotegido. No pudo estar más íngrimo entre los galones de los militares, en la ceremonia de despedida postrera del héroe del 4-F. Solo entre tantos, hostigado por los arañazos de una intriga temprana, el título de Presidente no termina de calzarle. Le causa las molestias de lo postizo. Demasiado pronto se evapora su aura. En tanto, la verdad, terca, sale a flote. Salta briosa, como la liebre, del mogote menos esperado. De repente el maestro del comandante, el mayor general Jacinto Pérez Arcay, se lanza un discurso cargado de afectos frente al féretro, y allí, entre aplausos desconcertados, lanza su testimonio: «¡Llegaste de Cuba muerto!»

Hora de honrar a los que han sido perseguidos por ser honestos consigo mismos, y con el país. Es el caso del doctor Salvador Navarrete, ¿se recuerdan? Médico laureado por la Sociedad Venezolana de Cirugía, y formador de varias promociones de cirujanos en las aulas de la UCV, alguna vez simpatizó con «el proceso». Formó parte de un grupo de tres médicos que a raíz de los convulsos acontecimientos políticos del año 2002, trató al Presidente, en Miraflores, luego de ser sacado brevemente del poder. Pasado algún tiempo, intentó alertarlo. Sabía que su enfermedad, en avance, ameritaba un oportuno cuidado. Pero no hubo forma de que algún personero del Gobierno, o del PSUV, le facilitara un nuevo acceso. No le creyeron. Entonces, al cabo de muchos años, en octubre de 2011, concedió una entrevista a un diario mexicano, al cual explicó que el mal que aquejaba al Presidente era mortal: un sarcoma originado en el tejido del suelo de la pelvis, de muy mal pronóstico. La expectativa de vida, se atrevió a vaticinar, era de dos años.

Está claro que no mentía. Algo que el doctor Navarrete se preguntaba, llevando su bagaje ético más allá de los linderos de su profesión, es qué podía pasar si desaparecía Hugo Chávez, «sin que todos los actores políticos tomen previsiones para cuidar al país, para atender los cambios, para rescatar lo social, y preservar los aspectos positivos de esta revolución».

Tanta nobleza no lo blindó en lo más mínimo. Apenas salió publicada la entrevista, lo «visitó» en su consultorio una comisión del Sebin. Horas después allanaron su casa. Buscaban las evidencias de una «conspiración». Y el propio Chávez lo llamó «embustero» en televisión. Ahora era su vida, y la seguridad de su familia, las que corrían peligro. Y para hacer corto el cuento, debió abandonar el país. Lleva dos años de destierro, junto a su familia, tiempo que, por cierto, no ha desperdiciado. Acaba de terminar un doctorado en la Universidad de Málaga.

Mientras eso ocurre, Maduro se atraganta en sus fingimientos, sólo para ganar tiempo, y puntos, y si cabe, algo de legitimidad. Hasta se permitió la barrabasada de sugerir que a Chávez, protegido por innúmeros anillos de seguridad y el hermetismo habanero, le había sido «inoculado» el cáncer. Luego aventó solemnemente su anuncio del embalsamamiento, a lo Lenin, a lo Ho Chi Minh, para corregir enseguida: «No es posible. Ya es tarde».

Jamás un debut fue tan deplorable. Por eso, solo en la multitud, y con su herencia en observación, su único escape es aferrarse a un mito, ajeno e inasible como todos los mitos. Por donde va, despide un tufo a transitorio, a encargado. Y no debatirá, anótenlo. ¿Va a hacerlo él, si el original, palabrero y carismático, no lo hizo nunca?

Repiques

El Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) dio cuenta del acoso que Globovisión ha sufrido desde 5 de marzo, día en que oficialmente murió el presidente Hugo Chávez. Ernesto Villegas, ministro de Comunicación (Propaganda) les hizo siete llamadas telefónicas intimidantes, sobre el contenido de sus informaciones (censura). María Fernanda Flores reveló que Villegas les dijo que si en el país ocurría cualquier acto de desobediencia civil, los directivos del medio iban a ser los principales responsables. La sede del canal también se ha visto asediada por motorizados armados quienes han amenazado al personal

Jorge Serrão escribe en el diario Alerta Total, de Brasil: «Lo que se lleva a Chávez realmente de este para otro mundo fue una  brutal infección clínica, que le detonó sus pulmones. Tal hecho jamás será admitido oficialmente, ya que la leyenda-dogma comunista prescribe que la isla perdida de los hermanos Castro tiene «una de las medicinas más avanzadas del mundo».

Leído en Twitter

@Motivandonos: «Las mejores cosas de la vida, no son cosas. Son momentos, emociones, recuerdos, lecciones»

@6toPoderweb: «Después del homenaje a Chávez, Pablo Montero se fue de rumba con Diosa Canales»

@RamonJPerezL: «En el estado Lara cuando muchos periódicos se callan ante los atropellos a la democracia, existe una campana que despierta»

@hcapriles: «Se están dando todas las condiciones para que tengamos un cambio en nuestra Venezuela, depende de todos lograrlo»

La presidente de Argentina, Cristina Kirchner, vino para pronunciar un discurso ante el féretro de Hugo Chávez. Pero decidió regresar intempestivamente a Buenos Aires y  hasta dejó sin cola en el avión al presidente uruguayo José Mujica, quien había venido junto con ella a Caracas. ¿Alguien puede explicar por qué?

El humor del venezolano no tiene límites: Construirán chimeneas en los supermercados, para aplicar el mismo sistema del cónclave. Cuando salga humo blanco es porque  hay azúcar y/o harina pan. Cuando el humo sea negro, llegó el café. Si la gaviota se para en la chimenea, ¡llegó el pollo! Y si la misma defeca, es porque llegó el papel higiénico.

Va en serio el acoso del oficialismo contra Leopoldo López. Mueven argumentos y piezas para ponerlo preso. Es más, no descartan inhabilitarlo de por vida. ¿Tanto miedo le tienen?

«El amor es la fuerza más humilde, pero la más poderosa de que dispone el mundo». Mahatma Gandhi

Testimonio de Chávez, en Aló Presidente, el domingo 31 de agosto de 2008, desde la carretera Sabaneta-Ciudad de Nutrias: «Yo dije un día, y lo quiero recordar a mi familia, que yo lo dije fue en Sabaneta, se lo dije a mi entonces esposa Nancy Colmenares, y con mis tres muchachos chiquitos. Yo vine a despedirme. Faltaban unos días para el cuatro de febrero. Yo sabía que venía algo, ¿no iba a saber si yo era el jefe? Y, ji ji, y vine a despedirme, y jugué chapita y comí mango, y pasé por el campo de pelota y caminé por el grupo escolar, y le di un abrazo a mis amigos, y, bueno, andaba como despidiéndome, ¿no?, por si acaso. Cuando iba manejando mi carrito con la mujer al lado y los muchachos, le dije a Nancy Colmenares: ‘Nancy, si me llega a pasar algo, a mí que me entierren en esta sabana’. Lo repito hoy: Cuando me toque, me entierran en esta sabana. Heroica sabana. Sabana, sabana linda».

«El bueno será siempre libre aunque sea esclavo; y el malo será esclavo aunque sea rey». Marco Valerio Marcial

Esto escribió Fernando Mires: «La historia se repite. Una vez como comedia, otra vez como telenovela. Así pensaba cuando veía en la televisión esa masa roja de chavistas sollozando por la muerte del presidente. Ocurrió lo mismo cuando murieron Stalin, Mao Tse Tung, Ho Chi Minh, Kim il Sung, y otros faraones. Así pasó también con Evita, la bella Evita. O con Elvis Presley; o con Michael Jackson, y así seguirá sucediendo. Mas, cuando muera Maradona, todos los difuntos famosos habidos y por haber, palidecerán de envidia. Porque los funerales de Maradona serán grandiosos. Si usted está vivo señor, cuando muera Maradona no se pierda la función. No habrá nunca nada igual».

 Foto: Reuters

 

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