El valor de la fotografía

Tony Raful, quien fuera Ministro de Cultura de la República Dominicana, al prologar el libro de mi autoría Santo Domingo: imaginación y vida, escribió: “Octavio paz ha dicho que la eternidad es el instante. Que el dominio propio de la fotografía no es distinto al de la poesía: lo impalpable y lo imaginario. Aproximarnos al segundo trascendente de la mirada nos libera del tiempo lineal. La fotografía, es una de las maravillas de los tiempos modernos, en ella somos una permanencia del misterio. Si todo transcurre tan rápidamente que no alcanzamos la memoria con suficiente fidelidad, la fotografía ancla en espacios vitales. Una fotografía es siempre una fogata de luz en el recuerdo. Solo la imagen permanece en el arte de la fotografía, sólo ella es real”.
Aunque alguien diga que las fotografías antiguas son pura historia, siempre las tendrá el observador para que de ellas haga memoria. En la Francia de 1839 apareció el origen de la fotografía con Daguerre. Dos años después, en 1841, llegó a Venezuela. Se ha dicho también, que este invento humano es una expresión sublime del arte, la estética y es herencia visual.
Como lo insinúa Teilhard de Chardin, “la percepción del tiempo pasado proporciona un universo de sensaciones que va, para solo mencionar algunas, desde la reconstrucción de la verdad cualquiera que sea su genero o tema, hasta la percepción del concepto de distancia, saborear la contemplación de la fotografía que es un arte, preservar la memoria y dar rienda suelta a la imaginación”.
La Historia ha sido injusta con el arte de la fotografía y con los fotógrafos. No ha valorado suficientemente el aporte de estos hombres y mujeres que con sus primitivas camaritas a cuestas, trascendieron al registrar la memoria de las ciudades en imágenes imperecederas. Los fotógrafos y coleccionistas de fotografías fueron muchas veces injustamente ignorados, cuando se trataba de narrar la historia.
La glorificación de la ciudad a través de las muestras de fotografías del pasado tiene un valor incalculable. Se trata de mostrar un glorioso ayer, la luz del recuerdo. Un pretérito de esplendor que es fuente inspiradora de la autoestima de un pueblo. Hay que rescatar ese esplendor, desgranarlo, estudiarlo, examinarlo, para que sirva de elemento modificador del pesimismo, la desunión, la incomunicación y hasta del éxodo.
La Fototeca Larense ha hecho un esfuerzo extraordinario por construir un archivo que conserva el registro fotográfico del Estado Lara. La labor de Carlos Eduardo López Falcón su Director, merece este reconocimiento. La generosidad de los particulares que aportaron sus colecciones, de instituciones como el Diario El Impulso, la Sociedad de la Divina Pastora, la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de Venezuela, ha tenido como resultado la conservación de un material invalorable.
Se sabe que desde 1852 existen daguerrotipos de personajes de Barquisimeto. Que el General Gumersindo Giménez se preocupó por la conservación de imágenes de la ciudad. Hay fotografías antiguas valiosas de la capital larense que muestran sus calles, hospitales, plazas, templos, acontecimientos, puentes, cines y teatros, mercados, edificios públicos.
A lo largo de la historia hay nombres de fotógrafos que deberán ser recordados siempre: Antonio Álamo, Felipe Ponte, Lamb, Figueroa, Felipe Santos, Arturo Cordiglia, Enrique Avril, Martín Mújica, Francisco Romero, Jesús María González, Ernesto Balestrini, Evaristo y Segundo Reyes, F. Benet, Luís Valera, Enrique D´Lima, José Francisco Chávez, Alfonso Alvarado, Alfonso Castillo, Francisco Villazán, Amabilis Cordero y tantos otros que convirtieron sus fotografías en herramientas auxiliares de la historia realizada con amor.
Esa Barquisimeto que es encuentro de caminos, ciudad de dulce trasiego y valor histórico, al contemplar las brumas de otra época, embriaga serenamente, renace con su gente de antaño, permite hacerla de uno, como lo es de todos los larenses.