El liderazgo del Papa

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El viaje del Papa Francisco a Brasil,  el país con el mayor número de católicos, apostólicos y romanos, ha tenido un impacto trascendental no sólo en el mundo religioso, sino también político, porque su Santidad se ha referido a los problemas espirituales que confronta la Iglesia católica en el mundo de hoy y a los problemas socio económicos que enfrentan millones de pobres en América Latina y en el universo.
La palabra del Papa Francisco sacudió a una iglesia burocratizada que se circunscribe o limita a muchos de sus sacerdotes a decir o cantar una misa, sin vincularse con los más humildes hombres y mujeres que padecen una inhumana y anticristiana miseria que los induce a toda clase de delitos para sobrevivir. Hizo un serio llamado a sus pastores para que bajen del mundo celestial a que los induce un evangelio divorciado de las nuevas realidades que fenómenos como la globalización y las nuevas tecnologías de la comunicación social crean en la sociedad contemporánea. Palabras más palabras menos los conminó a practicar la Doctrina Social de la Iglesia y a salir del conformismo. Sin duda que en este sentido su Santidad Francisco inicia un profundo cambio, para no hablar de revolución, en el seno de la Iglesia. Quiere que vuelva a sus orígenes de humildad y de práctica de un verdadero apostolado, como la planteó el Papa Juan XXIII en el Concilio Vaticano II.
Pero si bien la prédica del Papa Francisco ha estado dirigida en lo fundamental a los sacerdotes que forman parte de la estructura eclesial, como corresponde a su rol de Santo Padre de la Iglesia, la repercusión de sus palabras ha tocado también a los poderosos de la política y de la economía mundiales, que se han coludido, no para practicar una acción de caridad, sino para engañar, explotar y mantener en la miseria humana a millones de seres que no han vivido ni encontrado las condiciones necesarias y favorables  para  superarse.
Para un cristiano con sensibilidad social, cualquiera sea la posición que ocupe en los rangos creados en la sociedad moderna, la elección del nuevo Papa y su presencia en América Latina, debería resultarle una guía para orientar y conducir  sus actividades religiosas, de acuerdo a una nueva prédica que rescata la Doctrina Social de la Iglesia, abandonada por muchos pastores  más influenciados por la tradición de la inercia y las invocaciones a una fe, sin contenido social. El Papa Francisco exige el riesgo de vivir al lado de los más necesitados, aunque sea en el interior de una favela brasileña o en un barrio pobre de Venezuela.
Del contenido de los discursos del Papa Francisco se deduce que estamos en presencia de un gran líder mundial y de la Iglesia Católica, que marca una pauta no sólo para los sacerdotes, sino también para los laicos. El llamado a la juventud para que  defienda su futuro, para que no se lo deje quitar por parte de políticos inescrupulosos, que buscan el poder para beneficio personal, constituye una nueva doctrina o la reafirmación del pensamiento del autor de la Encíclica Rerun Novarum, León XII o del más moderno expresado en el Concilio Vaticano II, el Papa Juan XXIII.
Todo indica que el nuevo liderazgo de su Santidad Francisco va dirigido al rescate de una Iglesia penetrada por la indiferencia ante graves faltas de algunos de sus pastores corrompidos, violadores de menores, por ejemplo, y se orienta a la reforma de una Iglesia en la que sólo tengan cabida, y estén dirigidos por, auténticos cristianos. No más representantes de fachada, de la Iglesia de Cristo que vivió con humildad y murió en defensa de los desamparados.   No más laicos indiferentes ante la tragedia de una sociedad, que la hunden en la pobreza algunos gobernantes que también van a misa y buscan establecer relaciones con la Iglesia, para hacerse perdonar sus delitos, algunos de ellos de lesa humanidad como la violación de los Derechos Humanos de los más indefensos, mientras se hacen cómplices de los corruptos, saqueadores de los dineros públicos, que pertenecen a toda la sociedad.
Los jóvenes, los cristianos auténticos, que han recibido la bendición y la solidaridad del Papa Francisco, también deben tomar en cuenta el llamado a participar en los cambios sociales, económicos y políticos, que contribuyan a la creación de una sociedad más justa y libre de farsantes, que hacen todo lo contrario a lo que predican, muchas veces encomendándose  a Dios y a todas la Iglesias existentes en el mundo.

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