“…No todo el mundo que viaja a la India descubre América”
Erick Kastner
I. Alineados
Cuando estás en la fila de un supermercado, normalmente no sabes qué pasa, mucho menos qué pasará para adquirir productos de cesta alimentaria, que casi siempre se esfuman sin aviso previo. Hacer las colas, quedar en hilera, que se nos coleen o colearse, sin querer queriendo, es el pan nuestro de cada horario. En la hora, de la hora de cada muerte, amén… Amén de la mujer que desde temprano, térrea, aterrada y al desbarajuste va al encontronazo por ese cupo del pañal a puñal, la harina pelada a la peleada y ese detergente que refriega la paciencia. El baño es de sudor y la cábala no vale como paño. Un ancho marear de públicos hartos, sin juicio pero con razón, reclama, codicia, revienta, menta madre (y éstas, sin bujía en el sepelio) por cómo hacer para resignarse a comer miércoles en día cualquiera. Son esos minutos donde siento que el rabo y la rabia percuten en la misma cloaca, pues como invoca el trovador “la vida es una trifulca de todos contra todos” y lo peor es que no hay ganador.
En la masa hallas todo, menos para hacer bollo: viejos hendidos, disipadas híbridas, manilargos, maniáticos, mercaderes de mueca, oficiales sin faena, caudillos ilícitos, astutos con cachucha de pelotero, pelotudas sin blúmer, bocudos, ebrios, pargos, con y sin escama, Gays en shorts coloreados, preñadas y estériles, orgullosos despreciando al resto, toda aquél encadenamiento extraño, esa hilera de aturdidos que subsisten para hacer casting en el país que sin tacto, se llevó el diablo por endemoniados con el poder y la torpeza administrativa.
II. Enfilados
Es mediodía, los de atrás siguen a la zaga, los de avance no progresan y están todos encima cargados. Sigo entre todos y ellos resultan sobre mí. Sin tregua. Obligado a la lucha para salvar la muerte, pues la vida se alimenta de ella. Agarrar aunque sea fallos. Palo, puño y bofetada es lo de menos, siempre que tenga como limpiar el fondillo, conseguir lavaplatos y un champú malparado que alguno dejó a la caridad de dios. Nadie se le ocurre mencionar productos raros porque el remolino espía a vuelta de esquina. Un desliz y mueren pisoteado sin derecho a entierro digno. No te recogen ni con espátulas. La existencia entre filas, sufre de una substancial insignificancia. La suma de las partes no hace totales es acaso un bloque.
Casi sin inspirar, observé como pude, el reloj del celular. Alguien gritó: ¡mira tú! ¡el del bastón con figura pálida! ¡Respeto pal don que viene mal! ¡Abran paso coño! No creí en el asunto conmigo. Empecé a transpirar, esta vez en serio. Mareado reaparecí en el ápice de la hilera, como apaleado peregrino que no sabe ni dónde está, ni adónde va. Es el minuto en el que poco parece ser como uno lo piensa. Entonces entendí porqué la realidad pocas veces se parece a lo que se piensa o pretendes. Es acaso un caleidoscopio de visos sin tonalidad… Ya entregado por la marejada a mi suerte. Solo quedaba la inutilidad de estar lúcido.
III. Encauzados
Alcanzada la otra margen del río, luego de recibir la rechifla más grande de mi vida. El silencio llamó mi atención. Era como pasar de energúmeno, a la paz monacal. Todos los de aquél flanco resultaron víctimas de la detención, el puje los minó como para resignarse y ahora solo persistía la miseria de la migaja a la que un gobierno corrupto y sórdido obligaba a perseguir. Menciona el sabio que la individualidad es una ilusión y la insignificancia es la esencia de la existencia. Al instante supe que Cristóbal jamás creyó desembarcar en el patio trasero del terral donde no resultaría otra cosa que un suplicio eterno para al final hundirse en los miserables encadenamientos de los “ninguneados”. Así Colón descubrió el agua tibia y la fila de indias…
