La estrategia político electoral del oficialismo parece muy simple. Posicionarse como único instrumento de lucha popular mediante el cual los sectores más deprimidos económicamente pueden acceder a los recursos gubernamentales.
Pero no obstante el peso de 17 años en el poder, la manifiesta incompetencia de su gobierno y la avanzada ideológica contra la propiedad privada, que ha generado una inflación pavorosa y una escasez que se coloca al límite de drama humanitario han colocado en riesgo estas propuestas populistas.
Para las próximas elecciones parlamentarias desde hace rato que el oficialismo tiene el triunfo bastante comprometido y por ello se han valido del control absoluto que tiene sobre la Asamblea Nacional y de los Poderes que desde allí se controlan para configurar escenarios de un notorio ventajismo.
Frente a este panorama la dirigencia opositora quiere aparentar que busca unirse en torno a una alianza perfecta, pero no obstante todo el país sabe que internamente ellos se juegan burro negro y que este supuesto proceso de unidad se limita a conversaciones y cabildeos para seleccionar candidatos salidores según infinitas listas de postulaciones partidistas. En pocas palabras, han revivido la vieja práctica del cogollo, mediante el cual los dirigentes pactan por arriba lo que no quieren someter a consideración de las mayorías. Esta unidad cogollérica no contempla un análisis de los principales problemas del país y sus posibles soluciones, no identifica ni convoca aportes de la inteligencia nacional instalada en los sectores culturales, económicos, universitarios e intelectuales del país, no tiene como propósito elaborar un proyecto de futuro y por ello tampoco tiene un discurso que exprese con legitimidad las múltiples expectativas de esas mayorías nacionales…
Esa inmensa mayoría de venezolanos que quieren un cambio hacia delante y apuestan por un país donde se luche de manera firme contra la inseguridad personal, que internamente se produzca la mayor cantidad de alimentos que nos garanticen un abastecimiento continuo. Ese pueblo que quiere armonía y concordia, quiere en resumen, un país en paz donde dentro de un ambiente de trabajo y solidaridad social se pueda enfrentar con éxito el gran drama de la pobreza que afecta a una gran cantidad de compatriotas, problema que no se ha podido solucionar con el populismo rampante que se ha practicado en los últimos años…
Todo este marco situacional parece no ser entendido o asumido por la dirigencia opositora venezolana. Ellos dicen trabajar por la unidad pero no han podido comprender o aceptar que esta unidad con base en consensos impuestos tiene el rechazo de al menos el 70 por ciento de los electores que adversan al oficialismo. De esta manera cuando ellos hablan de unidad se están metiendo en un cerco minoritario que deja por fuera la posibilidad de hacer contacto con la mayoría de electores que esperan por una opción democráticamente amplia y moralmente idónea para avanzar hacia un país que cumpla a cabalidad lo consagrado en nuestra Constitución Nacional.
