EDUCAR A LA MARRANERA

Es penoso saber del esfuerzo que las alcaldías de Palavecino e Iribarren hacen para limpiar sus respectivas ciudades y ver como las calles, a los pocos días de haber sido limpiadas están nuevamente sucias.
Las causas de esa situación son muchas, algunas datan de muchos años pues la ciudad creció sin que al mismo tiempo creciera el sistema de aseo urbano. El servicio es precario e insuficiente, requiere de inversiones millonarias y la voluntad de Ramos y Barreras no bastan para vencer todas las dificultades, más considerando que la situación es agravada por los rojos rojitos que insisten en torpedear el trabajo de los alcaldes, gente que hasta ayer eran incapaces de ver una brizna de paja en la gestión de sus amalias y sus corobas.
Hay que reconocer que mucho del desastre sanitario tiene que ver con una ciudadanía que contribuye activamente a embasurar la ciudad. La ciudad más limpia no es solo la que más se limpia, sino también aquella que sus ciudadanos menos ensucian. Aquí son muchos los citadinos a los que la basura y la suciedad no los ofende, no reconocen su existencia ni la evitan: son marranosbípedos. Y no se trata de la conducta de unos pocos individuos, sino una conducta colectiva, generalizada.
Se impone de urgencia una campaña educativa. De poco vale invertir en aseo urbano si al mismo tiempo no se invierte en modificar la conducta que es la raíz del problema. Esa campaña debe ser conjunta de ambas alcaldías y ser agresiva, estar presente de manera permanente en prensa,  radio y televisión.
No se trata solo del transeúnte que arroja a la calle un papel, una botella de refresco, un pañal desechado. Se trata también de quienes ejercen alguna actividad comercial convirtiendo la calle en una extensión de su negocio: mecánicos que vierten aceite en las áreas verdes, caucheros que llenan las aceras con sus chivas, de latoneros que pintan en la calle, de vendedores de ropa que se anuncian con sus equipos a todo volumen.      Están los vendedores de comida. Están todos los negocios que ponen la basura en la calle sin disponer de ellas adecuadamente. Están los perros y gatos expertos en abrir bolsas con restos de comida.
Cambiar conductas no es fácil ni rápido ni barato, pero no hay otra vía. Y la campaña debe hacer sentir al marrano que el es exactamente lo que es: un marrano.