Don Álvaro

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Don Alvaro del Portillo, primer sucesor de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, fue beatificado en Madrid este pasado sábado 27.
Podríamos decir que es uno de esos personajes que vivió de manera silenciosa. Su vida pasó inadvertida al gran público. Él vivió la sentencia que trae el número 590 del libro Camino: “No quieras ser como aquella veleta dorada del gran edificio: por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la solidez de la obra. Ojalá seas como un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie te vea: por ti no se derrumbará la casa”.
La vida de don Alvaro estuvo “oculta en los cimientos”, nadie la veía, salvo los cercanos a él. Sin embargo, realizó una labor extraordinaria tanto en la expansión del Opus Dei como en la colaboración a la Santa Sede en momentos estelares de la Iglesia. Fue la mano derecha de san Josemaría Escrivá, siempre estuvo a su lado, aunque todos dirigían sus miradas al fundador.
Recuerdo que acudí a un encuentro en Caracas en febrero de 1975 con el santo fundador, allí también estaba don Alvaro, confieso que no me fijé en él, estuve atentísimo a las palabras y consejos de san Josemaría Escrivá y no recuerdo haber visto el rostro de don Alvaro. Sé que allí estaban varios sacerdotes y dos muy cerca del santo, uno de ellos era don Alvaro, pero todos concentrábamos la atención y las miradas en san Josemaría.
La Iglesia, a la que don Alvaro quiso servir y sirvió como “ella quiere ser servida” le pidió que trabajara en varias de las comisiones del Concilio Vaticano II. Era entonces un joven sacerdote, preparado y muy bien formado y se dedicó por entero al servicio de lo que la Iglesia requería. Don Alvaro era ingeniero de caminos, pero al recibir la vocación al Opus Dei y luego hacerse sacerdote, obtiene varios doctorados, uno en Filosofía, otro en Derecho Civil y otro en Derecho Canónico.
Por esa razón, varios de los documentos conciliares llevan su impronta. Conoció por aquellos tiempos a un joven obispo polaco, Karol Wojtyla, de quien llegó a ser muy amigo. Convertido Wojtyla en papa Juan Pablo II, con frecuencia consultaba asuntos importantes de la Iglesia a don Alvaro o pedía que se consultaran con él.Gozó de la estima de todos los romanos pontífices desde san Juan XXIII hasta Francisco. Hermosas las palabras de este último al felicitar al actual prelado del Opus Dei, Javier Echevarría, por la beatificación de don Alvaro: “También yo quiero unirme a vuestra alegría y dar gracias a Dios que embellece el rostro de la Iglesia con la santidad de sus hijos”.

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