Dictamen – Carta abierta al papa Francisco

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Con todo el respeto y sincera admiración dirijo estas palabras a usted, Su Santidad, luego de su gira por Cuba y Estados Unidos en momentos tan históricamente comprometedores. Su nacionalidad argentina nos llena de esperanza a todos los latinos por contar por primera vez con un Papa nuestro que desde el inicio del papado ha volteado la mirada a América. No pretendo emitir opinión sobre su rol como rector de la Iglesia Católica, no me siento calificado y tampoco lo considero prudente en momentos en el que con increíble valentía ha comenzado a concretar cambios que irán más allá del discurso. Sobre eso solo me limitaré a decir que siento confianza en que la Iglesia estará mucho mejor luego de su legado.

Pero es su posición política, como líder mundial que es, la que me lleva a escribir estas reflexiones. Tómela de un venezolano de treinta y ocho años que siente que comienza a vivir por primera vez en su vida en una dictadura sin que al mundo le importe. Y claro, la dictadura cubana de más de medio siglo debe tener prioridad. Pero para los pueblos oprimidos por militarismos fue realmente preocupante su discurso en Cuba, el cual contrastó para mas desconcierto con el emitido en tierra norteamericana. ¿Por qué criticar la pena de muerte en EE.UU y no decir nada frente a los fusilamientos de los Castro? ¿Por qué abogar por los inmigrantes en EE.UU y obviar a los desplazados cubanos que durante décadas han tenido que abandonar su país arriesgando la vida? ¿Por qué criticar el capitalismo y callar ante el socialismo? ¿Es por qué en democracia se puede criticar y en dictadura no? Si es así, entonces imagínese el mensaje que se le manda a las personas que sufren esas dictaduras: “Ni el Papa los puede criticar”. Sería una especie de “jubileo” ideológico que le daría a varios tiranos del continente carta blanca para seguir persiguiendo a la disidencia y oprimiendo a los pueblos.

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En Venezuela queremos que alguien condene la pena de muerte a la que estamos sometidos por vivir en un país en el que un teléfono móvil equivale a dos años de salario. En Venezuela queremos que alguien se preocupe por los más de dos millones de jóvenes que han abandonado el país para buscar afuera las oportunidades que aquí se les niega. En Venezuela queremos que alguien como usted diga algo en favor de los presos políticos que como Leopoldo López han sido condenados por hacer oposición al Gobierno. O sentir que a alguien le importa el hecho de que estamos yendo a unas elecciones con medio país militarizado y en estado de excepción. Sabemos que la cronología histórica nos tiene en cola después del conflicto armado en Colombia y el régimen cubano, y hacemos votos porque se logre la paz en el primer caso y la democracia en el segundo. Pero el silencio no puede interpretarse como perdón, mucho menos si no hay propósito de enmienda.

No tengo duda que usted es hoy el latinoamericano más influyente, por eso tanta esperanza, expectativa y ahora preocupación por su accionar en lo que respecta a un Continente plagado de caudillos que en los últimos años han manejado a su antojo los países que gobiernan, cual Dios en la tierra. El límite del poder y la libertad individual es el fondo del problema. ¿Es la democracia un derecho? ¿Hay un sistema mejor? ¿Hay en Cuba libertades? ¿Hay democracia en Venezuela? Ojalá algún día podamos verlo hablar sobre estos temas con la libertad con la que lo vimos en Estados Unidos hablando del capitalismo. Es justo y necesario. Vuelva pronto.

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