Demi Moore entró a una clínica de rehabilitación

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¡Confirmado! Demi Moore ya entró a una exclusiva clínica de rehabilitación el Cirque Lodge Adicction Center en Sundance, Utah, Esatods Unidos.
Al parecer la actriz de 49 siguió los consejos de su ex esposo, Bruce Willis, quien la visitó esta semana para pedirle que aceptara recibir ayuda médica.
Según fuentes cercanas a Moore, la ex de Ashton Kutcher está en completo aislamiento y solo puede hablar con un pequeño grupo de personas, mientras recibe ayuda profesional acerca de sus problemas alimenticios y de adicciones.
No solo las drogas son adicciones, el tomar todo el día red bull, es también una adicción.
Este centro de rehabilitación se especializa en el trato personal a estrellas como Demi Moore.
Entre las celebridades que han estado en ese lugar son: Lindasay Lohan, Eva Mendes y Mary Kaye Olsen.
Esperemos que Demi Moore haya pasado desapercibida de la prensa y haya logrado entrar a rehabilitación y con esfuerzo, valor y tiempo lo logre superar.
< nd�� �� rentarse a dos acontecimientos históricos, y compararlos.
El primero ya pasó. Fue la «celebración» oficial de la intentona militar acaecida hace 20 años, el 4 de febrero de 1992.
Lo otro está por ocurrir. Serán las elecciones primarias que los factores de la unidad democrática tienen previsto realizar este domingo, 12 de febrero, Día de la Juventud venezolana, y Día Mundial, por cierto, contra el uso de Niños Soldados, un oportuno recordatorio de lo que acaba de ocurrir en la parroquia 23 de Enero, de Caracas. En esta misma fecha, del año 2002, entró en vigencia el Protocolo Facultativo a la Convención sobre los Derechos del Niño, impulsado por la ONU, que elevó la edad mínima de reclutamiento y participación en hostilidades, de 15 a 18 años.
Son dos fechas, dos destinos. Por un lado, se da el inconcebible absurdo de que un Gobierno que suele tildar de golpistas a los opositores, con la intención de descalificarlos, acaba de exaltar al grado de efemérides patriótica, y romántica, la ocasión en que con el uso de la fuerza, así como de las armas que la República puso en sus manos para protegerla de peligros extraños, un grupo de sediciosos pretendió romper el hilo constitucional. Fue, ha dicho el mandamás, una «locura de amor», una quijotada.
Además de que se trató de deponer a un mandatario que había sido abrumadoramente electo por el pueblo (¿entonces no era soberano?) y sólo le restaban dos años para entregarle la banda presidencial al sucesor, la celebración del 4-F supone el ridículo festejo de un estruendoso fracaso militar. Un fracaso sangriento, por lo demás, que si luego deparó una victoria política, en las urnas electorales, se debió principalmente a la falta de memoria histórica y de madurez cívica, y civilista, de los venezolanos, de todos los estratos; a las nostalgias que despertaba la recurrente invocación de un hombre fuerte, un «gendarme necesario»; en fin, obedeció a la fetichista espera de un Mesías que diera al traste con los vicios y depravaciones que ciertamente prevalecían, nadie niega, pero ameritaban, no obstante, una salida política institucional, en paz, conforme a los dispositivos que la propia democracia se procura para sí misma, en aras de su probada perfectibilidad.    
Una sesgada tendencia universal, encaminada a justificar o certificar los golpes de Estado cuando los asesta la «izquierda», y a calificarlos, en cambio, de raptos de gorilismo cuando son dados por la «derecha», también ha operado en el caso venezolano. Pero, a 20 años de la intentona, y 13 años después de haber accedido al poder los golpistas del 4-F, ¿cuál es el balance? ¿Ha sido recobrada la moralidad en la administración de los bienes públicos? ¿Hay eficiencia en los servicios? ¿Somos menos vulnerables, tras gastar un millón de millones de dólares? ¿Prevalece un mínimo de orden y respeto? ¿Existe seguridad, personal y jurídica? Las instituciones, ¿nos representan a todos? ¿Dan el ejemplo, los gobernantes, en materia de tolerancia? ¿Se respira progreso? ¿Se observa un nivel de acceso aceptable a la salud, la educación, el empleo?
En su desfasada visión de la realidad, prisionero de sus delirios sin remedio posible, el amo del poder ha desfilado y al reivindicar la sublevación que encabezara, resaltó que los militares que lo siguieron aquella vez hoy son generales de blindados, con tanques de guerra modernos, fabricados por Rusia. «Tanques para el pueblo», exclamó.
Vaya conquista. Vaya registro de hazañas, al cabo de una «locura de amor» con estela tan larga, y deplorable, en el tiempo. La nación responderá, cuerdamente, el domingo próximo. Decidirá su destino, en paz, civilizadamente. Y, como acaba de preguntarse Álvaro Vargas Llosa, en El Mundo, de España: ¿Quién dice que no hay una primavera venezolana?

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