Del Guaire al Turbio – Mahoma está triste

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Yo no puedo creer que el Profeta del Islam apruebe la demoníaca violencia de unos que se dicen sus seguidores. Si los cristianos, judíos y de otras religiones somos considerados herejes por los mahometanos, ¿en qué punto del Corán está que debemos ser eliminados como alimañas? En ese libro se habla de ir contra los infieles vecinos, de defenderse de la persecución y el ataque, de que quienes caigan en los combates defendiendo al dios único, Alá, irán al Paraíso y otras prescripciones más bien de guerra defensiva. No es que no haya incitación a la violencia en esas páginas, muy acorde con el momento histórico en que fueron concebidas, pero es después de la muerte de Mahoma que se radicalizó el sentido de sus mandatos. Cito al azar varias Suras del Corán:

Sura 9:123: “Creyentes; Combatid contra los infieles que tengáis cerca. Que os encuentren duros. Sabed que Dios está con los que Le temen”.
Sura 2:190: “Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros, pero no os extralimitéis. Dios no ama a los transgresores”.
Sura 47:4: “Cuando sostengáis, pues, un encuentro con los infieles, descargad los golpes en el cuello hasta someterlos. Luego, devolvedles la libertad, de gracia o mediante rescate, para que cese la guerra. Es así como debéis hacer. Si Dios quisiera, se defendería de ellos, pero quiere probaros a unos por medio de otros. No dejará que se pierdan las obras de los que hayan caído por Dios”.
Sura 8:61: “Si, al contrario, se inclinan hacia la paz, inclínate tú también hacia ella y confía en Dios. Él es Quien todo lo oye, Quien todo lo sabe”.

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Después de leer estas Suras más benignas y comprensivas de lo que podríamos esperar ante los trágicos acontecimientos que protagoniza la desatada violencia musulmana, tenemos que concluir que los fanáticos islámicos de hoy hacen caso omiso de estas enseñanzas.
Para mí, en la religión que sea, el fanatismo es satánico y por eso lleva a esas mal llamadas guerras santas; las Cruzadas de los cristianos, unas de ellas, que terminaron en un rotundo fracaso. Nada cristianizaron ni rescataron, sólo constituyeron una larga y profunda tragedia para Europa. Un triunfo del Demonio.

Los musulmanes alucinados hablan ahora como acción gloriosa para lograr sus fines siguiendo, no a Alá ni al Profeta, sino a su verdadero padre y guía, Lucifer, de la yahid como guerra santa. Desvirtúan el verdadero sentido de yahid –que en árabe es palabra masculina, por cierto- y hacen del término un estandarte falso. Yahid es en su origen y según Mahoma, sobre todo una guerra espiritual interior del hombre para erradicar el mal y vivir correctamente.

Los atacantes del semanario satírico francés, una vez consumado su asesinato múltiple, gritaron que el Profeta había sido vengado. Tal vez, pero asesinar nunca puede ser virtud. Ni siquiera contra los responsables de una publicación obscena en su irreverencia contra todas las religiones. Hay aquí una lección para quienes se gozan en lo sacrílego: no se puede jugar con los cuernos del diablo porque se termina ensartado en ellos.

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Mahoma está triste porque no fue ese monstruo en que lo convierten hoy sus fanáticos. Y Occidente debe meditar las palabras de un comentarista de los hechos: “son la consecuencia de tolerar la intolerancia”.

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