Del Guaire al Turbio – Los muertos votan

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Sentí un especie de escalofrió cuando en El Nacional del 24-6-2013 vi la caricatura de Zapata. Una calavera enchufada a un tomacorrientes, como fondo, un enjambre de moscas y sobre éste un letrero que reza así: “En este país la vida no vale nada, pero la muerte sí, porque los muertos votan”.
La caricatura es un editorial con humor. En la aparente frivolidad de su expresión, hay siempre una crítica reflexionada, profunda, a una situación política, social, económica o cultural que nos afecta. El humorista que la produce, intelectualmente es un lince para la observación aguda del momento y con una chispa cuasi milagrosa, capta puntos y  aristas que pasan inadvertidos para la moría de la gente. Entonces, con unos trazos y una frase, nos ilumina una verdad, muchas veces aterradora, como en este caso.
Que los muertos voten nos sitúa en la expresión de Juan Pablo II, cuando en su encíclica “El Evangelio de la Vida”, en el Nº 12, acuñó la frase “cultura de la muerte”, para expresar el horror de una civilización abocada a destruir la vida desde su concepción y con los métodos más o menos sofisticados que inventa una ciencia que ha errado su camino.
Estamos inmersos en la cultura de la muerte porque día a día caen personas inocentes o no, asesinadas por un hampa o una policía sin control. No espantamos cuando leemos las cifras de cadáveres que ingresan diariamente a la morgue, con la cantidad de niños que mata un bala perdida por enfrentamientos entre delincuentes o expresamente por venganza, aberración, saña o drogadicción. Vivimos dentro de un terror de sangre y lo peor es que nos hemos acostumbrado. Tiene razón Zapata: en este país la vida no vale nada y sin embargo, lo absurdo, lo espeluznante, es que la muerte sí. Tan es así, que reina impune.
Cansados estamos de oír a alguien decir: “Mi tío Fulano de Tal, murió hace como 30 años, pero está en el registro electoral y vota”.  En cambio, otra persona, vivita y coleando, te cuenta: “Me borraron del registro electoral. Dicen que estoy muerta”. Claro, dentro de esta cultura donde la vida no vale nada, es lógico que el avanzado CNE, con las luminarias de sus directores -más bien directoras-  borren a los vivos y, como las grandes  taumaturgas que se creen, encabezadas por la Cara de Pingüino Voz de Títere, resucitan a los muertos y éstos vienen a engrosar las filas de los votantes -dirigidos, por supuesto. Un muerto no tiene opinión, vota con dedo ajeno por convencimiento propio o mercenario untado con dinero, alcohol o electrodomésticos. Después viene la oprobiosa muletilla de la susodicha: “resultado irreversible”.  Ya se lo dije una vez: reversible es el camino del infierno para los tramposos y traidores a la patria.
Juan Pablo II nos animaba justamente a revertir la cultura de la muerte por la cultura de la vida. Vida es la paz, el desarrollo de los pueblos, la libertad de elección de gobernantes, de educación, de religión, de expresión, de trabajo, de investigación, de iniciativas laborales, culturales y artísticas. Vida es el respeto a ésta desde el momento de la concepción, durante su avance natural, su declinación y su fin. Vida es proteger la psiquis del niño sin adelantarle los conocimientos de la biología cuando no tiene la madurez necesaria para comprenderlos. Vida es el derecho de todo ser humano a tener remuneración suficiente por su trabajo, levantar una familia, tener techo propio, alimentación adecuada, tiempo para el descanso y la recreación.
La cultura de la vida la ignoran a los que pretenden doblegar a los pueblos, los tiranos del signo que sean, nazistas, comunistas, fidelistas, socialistas del siglo XXI. Todos iguales: come cadáveres, cultores de la muerte para negar todas las libertades, pisotear a sus conciudadanos y reinar en la soledad de su poder maligno, que no será inmortal y cuando caigan, ¡Dios, que terrible destino les espera!
Los venezolanos debemos anotarnos en la cultura de la vida, luchar por ella y porque nuestros muertos descansen en paz… ¡sin tener que votar! El voto deben ejercerlo sin vacilar los vivos, con fe, esperanza y  alegría.

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