¡Cómo me he acordado yo en estos últimos ocho meses de una charla por TV de Aquiles Nazoa! Fue en aquel ciclo titulado “Las cosas más sencillas”, criminalmente borrado para grabar otra cosa encima. Imperdonable economía en detrimento de la memoria del país. Lo mismo sucedió con gran parte del programa “Valores humano” de Arturo Úslar Pietri. Me lo dijo él mismo. Afortunadamente el destrozo no fue total, pero creo que en el caso de Nazoa sí. Esa charla a la que me refiero fue sobre las manos.
Destacaba Nazoa el valor fundamental de éstas en la anatomía humana. No sólo como instrumento externo para asir, tocar, apoyar, palpar, recoger,impulsar, señalar y ayudar a los otros miembro del cuerpo, sino como expresión psíquica en su gestualidad. Decía que un niño a quien le ataran las manos no lograría desarrollar normalmente su intelecto porque no podría expresarse a cabalidad. Sería como un pájaro sin alas: perdido el espacio infinito, queda condenado a arrastrarse a ras del suelo. Las manos también hablan cuando apoyan las palabras. La comunicación sin ademanes es incompleta, más si somos latinos. La gesticulación es indispensable para todos los pueblos de la cuenca mediterránea y sus descendientes en nuestro continente. Como las alas, las manos nos ayudan a subir hacia la fantasía y el sueño.
Por lo dicho, parecería que las personas mancas por nacimiento o por accidente, no podrían ser psíquicamente normales, pero eso no es cierto. Entre las hoy un poco olvidadas “Tres potencias del alma” que nos decía el catecismo, está la voluntad -las otras son memoria y entendimiento- y ésta es el motor de toda vida útil. Sin las manos y a fuerza de voluntad, muchos seres humanos se han incorporado a la sociedad y al trabajo, supliendo su carencia con otros miembros del cuerpo, con prótesis o mecanismos.
He tenido presente esta charla de Aquiles Nazoa porque, víctima de la chicungunya por largos meses, fue en mis manos donde más se cebó la enfermedad, con el agravante de que éstas ya eran complemento de mis piernas, pues, por la edad y la artrosis, hace tiempo que vengo limitada en mis miembros motores y el bastón se maneja con las manos. Me he dado cuenta de cómo éstas intervienen absolutamente en toda nuestra vida, hasta en los más nimios detalles, que nunca me había detenido a considerar, porque ellas los hacen con naturalidad y automáticamente. Cada intervención manual ha sido en estos días un esfuerzo, una torpeza y un dolor.
Pero todo va pasando, gracias a Dios y a Él las infinitas gracias por este don de las manos que unimos en plegaria, extendemos en limosna, en saludo, en caricia de amor o de consuelo, en gesto de ayuda o solidaridad, de despedida o bienvenida; y con ellas realizamos el trabajo que engrandece y ennoblece a todo ser humano porque desarrolla el mundo, santifica y completa tanto la Creación como las Redención.
