En noviembre hay efemérides fatales que, en mi concepto, entre otras que siguen, arrancan de una malhadada revolución que hace poco fue conmemorada y lo será con bombos y platillos el año entrante cuando se cumplan 70 años del fatídico suceso.
Siempre leo los buenos y concisos artículo que me envía mi amigo Julio César Arreaza B., pero dejé de leer uno en estos días porque empezaba hablando del “glorioso 18 de octubre de 1945”. No, Julio César, no. Ese día un partido como el tuyo, cuyo nombre proclama su vocación democrática, que con poquísimos años de espera hubiera arrasado en unas elecciones libres, por ambición e impaciencia de poder, se alió con unos militares para derrocar a Isaías Medina Angarita, el presidente más democrático que había tenido el país en su breve existencia republicana, que se había quitado el uniforme y se encaminaba a lograr un civil por primera vez en el siglo XX para la presidencia de Venezuela. No, fue un tremendo error histórico de Rómulo Betancourt y sus seguidores. Lo estamos pagando aún.
Una simple estadística reveladora: desde el golpe seco de Juan Vicente Gómez contra Cipriano Castro en 1908 pasaron 37 años hasta el 18 de octubre de 1945; el 24 de noviembre de 1948 un golpe militar sacó al presidente Rómulo Gallegos, primer presidente electo en elecciones libres, universales y secretas, ejerció su magistratura sólo por 8 meses; el 13 de noviembre de 1950, asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, presidente militar del gobierno desde la caída de Gallegos; el 23 de enero de 1958 golpe contra la dictadura de pacotilla de Pérez Jiménez; en julio de 1958, intento de golpe de Castro León, Ministro de la Defensa, a la Junta de Gobierno presidida por Larrázabal; el mismo Castro León se alza sin éxito contra el presidente Rómulo Betancourt en 1960; en 1962, otro golpe fallido contra Betancourt: el Carupanazo.
Luego Venezuela vivió una era democrática con alternabilidad de partidos en la presidencia de la república, hasta que 30 años después regermina la semilla no muerta del golpe de Estado sembrada en 1945: 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992, dos intentos contra Carlos Andrés Pérez, no infructuosos del todo. Un errado -había que defender al presidente constitucional- aunque magistral discurso político de Rafael Caldera en el congreso, ese febrero y el sobreseimiento concedido por él mismo durante su segunda presidencia al golpista Hugo Chávez Frías, catapultan a éste y se inicia la terrible destrucción de nuestra patria que agoniza hoy.
No digo más, sólo apelo a la fe, la esperanza y la oración para ver si logramos volver a la luz de la democracia, la legitimidad del gobierno, la reconstrucción de las fuentes económicamente productivas y la paz social.
