David Sallusti: Una vida dedicada al trabajo

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A los 78 años de edad y más de cincuenta de haber llegado a Venezuela desde su Italia natal, don David Sallusti falleció ayer en su residencia barquisimetana. Estaba casado con la señora Dina de Sallusti con quien procreó dos hijos -Sandro y Walter- y varios nietos. Deja numerosos amigos que hoy lamentan su deceso.

Junto con Sergio, su hermano menor, fundaron el emblemático Hotel Príncipe, uno de los tradicionales lugares de alojamiento de la ciudad que ya forma parte de la historia de la región, con más de 40 años de operaciones ininterrumpidas.

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Sergio y David formaron un binomio inseparable en el ejercicio de la hotelería en Venezuela. Habían llegado a Venezuela desde El Aquila, una hermosa ciudad ubicada a escasa hora y media de Roma, la capital italiana, en busca de una nueva vida que les hiciera olvidar las secuelas de la II Guerra Mundial, un conflicto que sufrieron en carne propia por la presencia de tropas alemanas que ocuparon esa zona.

Primero llegó David con la alforja llena de sueños y esperanzas. Caracas todavía era la de los llamados “Techos Rojos”, con un clima y una gente estupenda con la cual se entendió perfectamente a pesar de la barrera idiomática que los separaba, según sus propias palabras.

En la capital de la República trabajó en varios locales de servicio público relacionado siempre con la hostelería. Allí -nos decía una vez- conocí a importantes personajes de la vida pública del país que luego tuve la oportunidad de atender en el Príncipe mucho después.

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Al tomarle el pulso a Caracas, David alentó a su hermano Sergio a viajar desde El Aquila, dejando atrás a sus hermanas con la promesa de regresar algún día a la tierra natal. Nada de eso sucedería, porque los hermanos sintieron la calidez de los venezolanos y decidieron quedarse para siempre entre nosotros.

Con la llegada de Sergio aprovecharon la circunstancia que un allegado a la familia vivía en Barquisimeto y sin pensarlo mucho alargaron la aventura inmigrante hacia la capital larense.

Instalados en una pequeña pensión de la avenida 20 prestaron un invalorable servicio a los pasajeros de un Terminal de Autobuses cuya sede estaba precisamente frente al modesto hotel. Muy de madrugada esperaban la llegada de las unidades para ofrecerles emparedados y otros alimentos ligeros, un trabajo agotador que les pemitía a los hermanos Sallusti sobrevivir y ahorrar unas pocas monedas.

Los sacrificios dejaron sus frutos. Con los ahorros de varios años pudieron adquirir otro local que se conoció durante mucho tiempo como la Pensión Santana, ubicada en la carrera 19 entre las calles 37 y 38 donde Sergio se encargaba de preparar las recetas de la cocina italiana y David de atender a los comensales y huéspedes.

Pronto se hicieron famosos los platos del Santana, especialmente la pasta en todas las formas y los hermanos pensaron en ir más allá en lo que ya constituía una empresa bastante rentable.

La aventura de los “Aquileños” continuó cuando adquirieron unas viejas casas en la calle 24 entre las carreras 18 y 19 con la idea de construir un pequeño edificio con mayor capacidad para alojar huéspedes. Así nació el hoy Hotel Príncipe. La primera etapa apenas tenía una entrada y un espacio para el restaurante. Ambos se alternaron la atención de sus clientes hasta que económicamente fue posible construir una segunda etapa que satisfizo en su época la demanda.

Tuvieron que pasar varios años antes de levantarse la III etapa y la construcción del Gran Salón, escenario de centenares de eventos de una ciudad con un inesperado crecimiento poblacional. El hotel se convirtió en el punto de encuentro de la sociedad barquisimetana y su prestigio trascendió por todo el país. Sus habitaciones han sido ocupadas por Jefes de Estado, ministros, personalidades del mundo político y cultural, deportivo y periodístico.

David Sallusti, junto a su hermano Sergio, fueron los artífices de una empresa que se ha mantenido en el tiempo. David aportó su entusiasmo y voluntad para el crecimiento y desarrollo del Príncipe, pero además incursionó en otras empresas construyendo varias urbanizaciones en la capital larense y en el Municipio Palavecino.

Ha sido un largo camino el transitado por David. Su legado está ahí, ejemplarizante para las nuevas generaciones.
Desde EL IMPULSO les presentamos nuestra respetuosa y solidaria palabra a su viuda, Dina, a sus hijos, Sandro y Walter, a su hermano Sergio, nietos, sobrinos y a los miles de amigos que hoy lamentan su desaparición física.

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