Crueldad animal

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Milan Kundera en su libro La insoportable levedad del ser, señala que “la verdadera prueba de la moralidad de la humanidad, la más profunda, radica en su relación con los que se encuentran a su merced: los animales. Y en este respecto, el amor ha sufrido un fracaso tan fundamental que todos los demás resultan de éste».

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Gustavo Galvis Hernández cita en Vanguardia Liberal un accidente de carretera en Japón sufrido por un anciano, su nieta de tres años y su perro labrador. Al ser rescatados de entre la nieve se comprobó que gracias al calor protector de la mascota, la niña se salvó de morir de hipotermia.

Pero a muchos se les trata con crueldad, con maldad, matándolos de distintas maneras, como el atentado que trataron de hacer con una pequeña gatita negra de tres meses, la cual se encontró con sus ojos vaciados en plena vía pública en la calle 38, al lado del mercado Bella Vista, en una casa abandonada donde los lanzan a su suerte, no se sabe si después de usarla en un rito satánico por tratarse de un animalito de ese color.

Rescatada por una proteccionista del grupo “peludos de la calle”, fue llevada a una clínica veterinaria donde le hicieron las curas necesarias. Una muchacha la adoptó a su manera luego de siete meses ciega y encerrada en una jaula. Sin ninguna explicación estaba anémica, consumida por las pulgas, y de paso un perro le lesionó una extremidad inferior la cual se le necrosó.

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La volvieron a rescatar y nuevamente en la clínica le amputaron el miembro hasta que en ese deplorable estado fue adoptada por mi hija y su esposo, quienes la cuidan como si se tratara de una bebé.

El cuento no es para ganar méritos hacia nadie, es para exhibir la miseria humana en la cual vivimos sin ningún temor de Dios. El caballo golpeado, las mascotas compradas botadas a la calle irresponsablemente sin compasión; los pájaros presos en jaulas miserables, o los que se esclavizan en circos, se maltratan en corralejas y coleos, o se atormentan en fiestas taurinas, en nombre del «arte y la cultura».

Al ver sufrir a los animalitos, que también son hijos de Dios, no los observemos con falsa compasión. Los seres humanos tendemos a no ver más allá de lo inmediato.

Hoy la gatita del cuento está feliz en su arco iris, ¿pero cuantas otras estarán viviendo lo mismo y no sabemos?

Si al Alcalde Alfredo Ramos, o al gobernador Henri Falcón se les ocurriera construir unos cuantos galpones en un terreno cercado, o donar una casa grande para el refugio de animales abandonados, no sufriríamos estas consecuencias. Donen el espacio o la sede en un lugar cercano a la gente de buenos sentimientos, que ellos harán lo demás, y veremos un espectáculo más digno.

Los caminos de Dios son a veces misteriosos. No siempre logramos entender sus propósitos. De lo que sí podemos estar seguros es que si él nos coloca al frente de estas aflicciones es por algún motivo. Él tiene un propósito y sabe que por una razón u otra las sentimos bien.

No olvidemos que así como la presencia de las nubes no indica que el sol no existe, tampoco las pruebas y las tormentas de la vida indican la ausencia de Dios.

“No compres un animalito de raza, adopta uno sin casa y esterilizalo”.

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