Con más de trece disparos asesinan a joven de 18 años en Los Pocitos

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A las nueve de la mañana, cuando en Los Pocitos los vecinos se preparaban para celebrar el Día de las Madres, se escuchó el ruido de una ráfaga de disparos, pero nadie se atrevió a asomarse a la calle para percatarse de lo sucedido, salvo José Pérez, quien gritó con angustia: “José Miguel”.

Ciertamente, habían asesinado a su hijo José Miguel Pérez Meléndez, de tan solo 18 años, que estaba de visita en casa de su madre, en el sector 3 calle 12 de la manzana R, número 9, dado que vivía en La Paz en casa de un familiar.

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José Miguel, menor de tres varones, tenía escasos cinco minutos que había salido de casa de sus progenitores con la intención de encontrarse con unos amigos, pero al llegar a la calle doce, a unos 50 metros de la residencia en cuestión, fue ultimado de trece disparos de pistola nueve milímetros.

Era un muchacho «llevadero”

Reina Meléndez, madre de José Miguel, aseguró a la prensa, en medio de un gran dolor, que “mi muchacho era muy llevadero, por eso no tenía enemigos”, fue todo lo que pudo acotar antes de desmayarse.

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Su padre, subrayó que el hoy occiso trabajaba desde hace dos años en la Regional, como ayudante de planta.
-Él llegó ayer temprano del trabajo, pero fíjate, será que lo estaban cazando, porque llegó anoche y ya hoy me lo mataron, aseguró con pesar.

Hijo, arguyó el padre, no salga, que vas a hacer por la calle, al tiempo que respondió: “Papá qué me van a hacer si yo no se la debo a nadie”, última frase que se le escuchó toda vez que cinco minutos más tarde fue asesinado por desconocidos.
El padre salió corriendo a la calle y un vecino presuroso le comunicó que el joven yacía tirado en la avenida principal, a pocos metros de la esquina y a tres cuadras del Centro de Coordinación Policial .

Militarizar el lugar

José Pérez aseguró que el lugar en donde cayó José Miguel “es sumamente peligroso”. A cada rato y a lo largo de la noche se escuchan detonaciones de armas de fuego.

-Les digo con toda sinceridad, si la Guardia Nacional no hace un trabajo de inteligencia y por otro lado militariza el lugar, los jóvenes irán muriendo aceleradamente a manos del hampa, porque ya casi estamos acostumbrados a escuchar balaceras luego de las seis de la tarde, describió Pérez.

Amplió que pese a que el módulo policial está en pleno funcionamiento, los efectivos solamente patrullan en horas del día y temprano en la noche.

“Sí se les ve patrullando las calles y veredas, haciendo recorridos activos con armas en las manos inclusive, pero los malandros son numerosos” y están organizados en bandas que se protegen y mantienen en sitio la zona.

Fue en pleno día

El homicidio ocurrió en pleno día, pero nadie se atrevió a testificar aunque unas vecinas vieron a un sujeto sospechoso que caminaba sigzagueando en la avenida principal.

-Era un muchacho joven, con lentes oscuros, vestido con una chaqueta, situación que me llamó la atención por el calor que había, pero no presencié el crimen, sólo escuché como nueve balazos, declaró una adolecente sumamente nerviosa.

Levantan el cadáver

Al lugar del suceso acudió la patrulla 1149 de la Policía de Lara con cinco funcionarios que se encargaron de acordonar la escena del crimen, dada la cantidad de casquillos de balas dispersas alrededor del cuerpo.

El padre y hermano del fallecido, lo cubrieron con una sábana, pero la sangre que se desprendía del cráneo, zona de impacto de varias balas, corrió varios metros.

Otros dos agentes de la Policía Nacional llegaron para reforzar el perímetro hasta que seis funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalística, que llegaron en dos unidades, iniciaron el levantamiento planimétrico.

Un investigador del Cicpc no pudo confirmar cuántos disparos tenía el cadáver, ni quiso revelar el calibre de los proyectiles, pero dejó entrever que “son como 13 disparos”, tesis que confirmó un polilara que acudió al sitio cuando escuchó la ráfaga de tiros.

En el lugar se arremolinaron unas ochenta personas, en su mayoría niños, adolescentes y mujeres.

Antes de llegar la comisión del Cicpc, tres motorizados con el medio rostro cubierto rondaron la escena y a la tercera vuelta estacionaron sus motocicletas en medio del corredor vial, muy cerca del cuerpo, situación que obstaculizó el paso automotor mientras los jóvenes miraban el cadáver sin mencionar una palabra. Nadie se atrevió a cuestionar la acción o formular alguna pregunta. Luego se marcharon.

Al colocar el cuerpo en la bandeja, el padre del asesinado rompió en llanto.

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