El término se ha colado en el discurso oficial, en el verbo encendido de los jerarcas de lo que va quedando de revolución, en esta escalada de represión y persecución que el gobierno ha adelantado, denunciando golpes y conspiraciones en cualquier atisbo de crítica, en cualquier signo de malestar hecho público, malestar que es cosecha en aumento en el país, y factura roja-rojita. Patriota cooperante.
La militancia política trastocada en complicidad, asume forma batracia y rastrera, en la “noble” labor de “inteligencia social y popular” para señalar a quien “sabotea”, “conspira” y es “enemigo” del poder, por el sólo hecho de denunciar la corrupción, el abuso, el deterioro de la sociedad, la violencia oficial, la ineptitud encumbrada y burócrata, o manifestar su cansancio por las colas, la escasez, la pobreza devenida objetivo y política del Estado comunal, vigilante siempre, omnipresente y supremo, de la “obediencia” y “disciplina” de los ciudadanos, obligados a agradecer este estado de “buen vivir” en el que hoy caminamos.
La detención de Antonio Ledezma, Alcalde Metropolitano de Caracas en ejercicio, el casi confirmado y consumado allanamiento a la inmunidad de Julio Borges, Diputado y Coordinador Nacional de Primero Justicia, la detención de líderes estudiantiles, políticos, empresarios, sumado a una incesante propaganda con un guión cada vez más cubano y totalitario, evidencia la ausencia de cualquier atisbo de sensatez o cordura en quienes hoy pretender gobernar a Venezuela bajo la idea de someterlo a su delirante y fracasado proyecto político.
Pero más allá de un Estado de Derecho desvanecido totalmente bajo su secuestro por parte de una parcialidad política, o del creciente poder e impunidad que los organismos de “inteligencia” como el Sebin adquieren, como brazos ejecutores de acciones ilegales e inconstitucionales, la figura del “patriota cooperante”, revela el profunda temor y desconfianza del Poder Ejecutivo hacia el sistema de libertades, golpeado, agónico pero aún vigente en el país, ante lo cual opta por emplear su clientela política, con base en la amenaza y el miedo, para perseguir a la disidencia, cualquiera que esta sea y a cualquier nivel o espacio.
El “Big Brother revolucionario” se aferra al poder, y no aspira a dejarlo, claro está, mientras se apoya en una cacería de brujas represiva y desquiciada, y en la militarización de la sociedad, como último recurso para impedir que el cambio social, político y económico se manifieste y exprese, en la reconfiguración de afiliaciones, intereses y descontentos que hoy ebullen en esta olla de presión en que han convertido a la nación.
El gobierno sataniza un documento que habla y pide una Transición para Venezuela. Transición: “Acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto”, dice la Real Academia. Cambio en el cual algo que no termina de morir, para ser reemplazado por algo que no termina de nacer, digo yo. Eso es el país, hoy en día. ¿Alguien lo duda?
@alexeiguerra
