El estado de desastre que en continuidad sistemática, el desgobierno de la “revolución” se ha encargado de instalar en el estado material y anímico del país, no debe impedirnos vislumbrar el horizonte hacia el cual, en algún momento, deba mirar y avanzarla nación. A pesar de la asfixia autoritaria y militar, la resistencia democrática se va trastocando en oxigeno de fortaleza y convicción, en conciencia y espíritu que como paraguas, nos resguarda el alma y la esperanza del delirio intolerante hecho deterioro encumbrado.
Suena a sacrilegio o utopía hoy en día, pero a futuro, el poder civil debe recuperar su preeminencia sobre el militar, que igualmente debe deslastrarse de su parcialidad política y su servicio a una facción partidista para ofrecerlo en seguridad y defensa a la sociedad toda. Cuando la acción del Estado en salud, en vivienda, en educación, en gestión comunitaria, deje de asumir la violencia u orden cerrado subyacente del lenguaje bélico (“unidades de batalla” o “batallones”, “milicia”) y se entienda con la naturalidad y apertura como en el resto del mundo, presenciaremos un avance.
Detrás de la etiqueta “socialista”, se ha disfrazado la estatización de la economía, y el intento de suprimir y reducir a su mínima expresión a la empresa privada. El error ha sido alentar modelos de organización, gestión, trabajo, economía y empresas con dimensión “social”, con el estigma del sometimiento clientelar-electoral, y sin articulación con el tejido productivo y empresarial existente, al que se busca más bien eliminar, ignorándolo y estigmatizándolo bajo el influjo de la propaganda comunista y marxistoide.
La “revolución” exprimió a Pdvsa, la endeudó, burocratizó y tumbó su producción, en medio de nuestra mayor bonanza de precios elevados del petróleo, pero semejante flujo de recursos se despilfarró, en gasto corriente, electoral, o solo asistencialista, o se desvaneció en la voracidad de una corrupción cambiaria que se robó más de 20 mil millones de dólares sin “dejar” rastro, ni tampoco un aumento importante en la inversión de capital o infraestructura, o en una mejoría estructural de la educación o salud. No sólo no se sembró el petróleo. Se extraviaron las semillas en el laberinto de ideas fracasadas históricamente, mientras se profundizaba el modelo rentista y mono-exportador.
La independencia de los Poderes Públicos funciona, existe, opera, en otros países, incluso en vecinos al nuestro. El fin de su secuestro y sometimiento a una élite boliburguesa, debe ser un punto de honor en su necesaria apertura y reestructuración, donde las “cuotas” o “fichas” sean, simplemente, funcionarios, magistrados, rectores, jueces, que cumplen y hacen cumplir la Ley.
Cuando las cosas sencillas dejen de ameritar un esfuerzo extraordinario para lograrlas. Cuando la intolerancia deje de ser política de Estado, así como el impune aliento a grupos armados, colectivos o milicianos. Algún día. Tarde o temprano, el cambio será inexorable.
@alexeiguerra
