Caminito que un día – Efemérides de luto y de bochorno (6)

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El Pbro. D. Pedro Gamboa y Fray Pedro Hernández en su libro La verdad protegida, publicado en Cádiz en 1813, recogen noticias acerca del terremoto del 26 de marzo de 1812 en Barquisimeto, los estragos que provocó, lo favorable que resultó al avance de Monteverde hacia el centro de Venezuela y la acogida franca y entusiasta que los barquisimetanos le dispensaron al temible capitán español:

“La ciudad de Barquisimeto, provincia antigua a la de Carora, era el cuartel general de los disidentes en donde tenían 1500 hombres, artillerías y pertrechos; aquí fue donde causó más estragos el terremoto, pues no quedó una casa sin reducirse a escombros: pereció la tropa y se sepultaron los parques y almacenes, de que resultó franquearle impunemente el paso a Monteverde, habiéndose unido a la buena causa todos los pueblos de su jurisdicción con los de la del Tocuyo y su capital…”, para luego agregar los autores citados que Monteverde no solamente “…no tuvo que superar obstáculos para pasar de Barquisimeto, sino que fue auxiliado por todas aquellas ciudades y pueblos marchando pacíficamente hasta la villa de San Carlos…”

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Otro autor, José Francisco Heredia, al comentar la acogida favorable que tocuyanos y quiboreños ofrecieran a Monteverde en su marcha hacia Barquisimeto escribió:
“…la víspera de emprender su movimiento estas tropas, acaeció el tan terrible como memorable terremoto de 26 de marzo, que arrasando la ciudad desde sus cimientos, sepultó en sus cuarteles todas aquellas fuerzas enemigas, siendo muy contados los soldados que escaparon”.

A estos testimonios pueden agregarse los de dos escritores españoles de la misma época. Manuel Bonalde y Pedro de Urquinaona y Pardo, quienes coinciden en obras diferentes, que Barquisimeto fue reducido a escombros y su guarnición patriota, compuesta por 1500 hombres, quedó casi toda sepultada bajo las ruinas.

Así pues, en este 26 de marzo de 1812, se conjugan varios lamentables acontecimientos que imprimen a la fecha una intensa singularidad luctuosa y de bochorno que, como es de suponer, las élites responsables de dirigir los destinos de la ciudad, los antiguos colonizadores y  los posteriores colonizados, no mostraron nunca el menor interés en reconocer y conmemorar:

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1. La destrucción física de Barquisimeto prácticamente en su totalidad.
2. La muerte de centenares de soldados patriotas sepultados bajo los muros caídos de la ciudad;

3. El saqueo general de las tropas de Monteverde no sólo en busca de las armas patriotas sino de los bienes de algunos partidarios de la independencia o sospechosos de serlo, y,
4. El entusiasta recibimiento tributado a Monteverde por la “ilustre sociedad barquisimetana” sin importar el luto y la tragedia de la ciudadanía sumida en el más horrendo desamparo y miseria producida por el terremoto y el saqueo y persecución política de las hordas monteverdinas al servicio del gobierno español.

Las furias combinadas de la naturaleza y de los hombres hacen al 26 de marzo de 1812, una de las más trágicas efemérides de Barquisimeto y encima de eso, silenciada.

 

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