Caminito que un día – Del cocuy y su poca conocida historia

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Ahora trabajo en el complejo tema del cocuy, tanto del ágave como del licor que de él se extrae, intentando organizar, con cierto rigor metodológico, la dispersa y en muchos casos confusa información existente, tarea no poco ambiciosa porque en ella, para su desarrollo más o menos aceptable es necesario aplicar herramientas multidisciplinarias de las que, por supuesto, carezco; asombrando no más en los umbrales de la investigación, la atención casi nula que escritores y especialistas le han dispensado al asunto, excepción hecha de Santos Rodulfo Cortéz que en 1961 publicó un ensayo titulado El cocuy en el folclore venezolano.
Las siguientes son notas introductorias al tema:
Acogiendo con amplitud de criterio podría aceptarse, respecto de los mayas, una opinión sustentada por J. T. Goodman acerca del “probable inicio de la civilización maya arcaica” según la cual “su unidad de origen, la potencialidad numérica indicada por sus monumentos, el espíritu cívico que se infiere de la ausencia de elementos bélicos en las inscripciones, conducen sin lugar a dudas, a un feliz satisfecho y pacífico estado de asuntos internos que llevaban a la paternidad. Bajo tales condiciones ¿Cuánto podría durar una nación? Regresando diez mil años hacia atrás los encontramos civilizados  ¿Cuántas otras decenas de miles de años deberán haber pasado para alcanzar tal estado? Desde el tiempo del abrupto final de sus inscripciones, cuando todo súbitamente queda en blanco, retrocediendo hacia esa remota primera fecha, las aparentes gradaciones en el crecimiento de su civilización son tan paulatinas como para indicar la necesidad de los 280.800 años de sus registros hasta alcanzar el punto de su comienzo”. (Luis Luján, Apreciación de la Cultura Maya, Centroamérica, EDUCA, 1968, p.80)
En el más antiguo testimonio de su ancestral historia, en el Popol Vuh, los mayas–quiché dejaron anotadas palabras de sus dioses de las bebidas fermentadas a quienes identifican como “los cuatrocientos jóvenes” que, más que un número, es una gran cantidad:
“Es preciso hacer durante tres días nuestra bebida fermentada, pasar tres días en beber por la fundación de nuestra casa, nosotros los cuatrocientos jóvenes”, dijeron, “Mañana veremos,  pasado mañana también, si no vienen de la tierra las hormigas a llevarse, cuando hieda, la inmundicia. En seguida nuestro corazón estará en reposo, mientras bebamos nuestra bebida fermentada”, dijeron. (Editorial Losada. Biblioteca clásica y contemporánea. Argentina, 1965, p.32)
De qué raíces o frutos se hacían estas bebidas fermentadas no lo dice el relator de la gesta quiché pero sí que su alimentación era bastante precaria:
“He aquí, pues que no se nutrían más que de hijos de abejas, de hijos de avispas, de hijos de abejorros, para sostenerse; [no tenían] ni buena alimentación ni buena bebida” (Id., p.113) y procurando recibir las bendiciones y dones de los dioses “hacían ante los símbolos, quemando resina, quemando anís silvestre, espinas de maguey…”
Es decir, conocían y hacían uso del maguey.

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