Caminito que un día – De San Felipe a Puerto Cabello por el río Yaracuy (5)

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Ferdinand Appun, científico alemán que navegó por el río Yaracuy en 1850, dejó interesantes testimonios de los cuales merecen citarse los siguientes:
“En el tiempo que estuve allí, por el año de 1850, el establecimiento junto al río Yaracuy, estaba todavía en flor, ocupándose de la expedición de mercancía al interior, en especial a la región de San Felipe y Barquisimeto.
“En cuatro días iban las mercancías en lanchas, Yaracuy arriba a El Chino, un pueblo que dista pocas millas de San Felipe; de éste eran despachadas en carretas o bestias de carga a los lugares de destino. La carga de las lanchas a su regreso a la costa, consistía en productos de las numerosas haciendas del interior tales como cacao, café, índigo (añil) o papelón, amén de pieles y otros artículos comerciales menos importantes. Con este fin, en los pueblos de Yaracuy y El Chino habían sido construidos grandes almacenes y otros edificios necesarios para las operaciones comerciales; y, en su cercanía se encontraban las viviendas de los mineros, leñadores y obreros de todos los oficios que exige el negocio de transporte”.
Es impresionante, y causa profunda nostalgia, la descripción que hace Appun de la región y la floral exuberancia que existió allí, destruida en el transcurso del tiempo por la feroz voracidad de algunos seres humanos. Escribió:
“Por un largo trecho, desde la desembocadura, se extienden por las orillas, río arriba, altos manglares con árboles de manzanillo y de dragón provistos de extraños troncos semejantes a paredes, pero que alternaban pronto con enormes veras, mimosas, cesalpinlas, clusias y otros árboles gigantescos, cubiertos hasta sus copas con las más exuberantes enredaderas, ofreciendo así la imagen de una larga fila de bastidores. Desde la ribera libre permite una vista hacia el bosque, se encuentran espesos grupos de palmeras de píritu de tronco esbelto y delgado, con su corona verde de palmas cortas, semejantes a Cycas (una palmera filipina)…”
Otro aspecto ya desaparecido del río es comentado con admiración por Appun:
“El río contenía una verdadera riqueza en caimanes los cuales a menudo he visto aquí del largo considerable de diez pies; cruzan por el río de día y de noche buscando presa, pero durante las horas más calientes del día se las pasan generalmente durmiendo a la orilla y al acercarse un bote se dejan caer pesadamente en el agua…”
Más adelante llamaron la atención de Appun otros numerosos animales que poblaban la vegetación a orillas del río:
“Los árboles ribereños del Yaracuy, además, especialmente las mimosas, se hallan animados por un considerable número de iguanas que a menudo tienen, incluyendo la cola, un largo de seis pies; su carne y principalmente sus huevos redondos, son tiernos y sabrosísimos”.
Tortugas terecay, peces marinos en la boca del Yaracuy y muchos otros animales, terrestres, de río, aves, sorprendieron al científico alemán en la correrías semanales que hacía en lanchas “Yaracuy arriba hasta la sucursal de El Chino cerca de San Felipe…” y las cuales continuaremos comentando porque proporcionan una visión maravillosa de lo que era este hermoso y útil río todavía a mediados del siglo XIX.

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