Buena Nueva – ¿Cuántos se salvarán?

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El Señor nos habla de varias maneras sobre nuestro destino después de esta vida en la tierra. En una oportunidad describió la puerta del Cielo como estrecha, angosta y difícil, y la del Infierno como ancha, amplia y fácil. Por supuesto nos recomendó que nos esforzáramos para entrar por la puerta angosta que lleva al Cielo. (Lc. 13, 22-30)
Los seres humanos nacemos, crecemos y morimos. De hecho, nacemos a esta vida terrena para morir. Y morir no es el fin de la vida, sino el comienzo de la Verdadera Vida. Pero para eso hay que entrar por la puerta angosta.
Nuestro destino para toda la eternidad queda definido en el instante mismo de nuestra muerte. En ese momento nuestra alma, que es inmortal, se separa de nuestro cuerpo e inmediatamente es juzgada por Dios, en lo que se denomina el Juicio Particular, el cual consiste en una iluminación instantánea que el alma recibe de Dios, mediante la cual ésta sabe su destino para la eternidad, según sus buenas y malas obras. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #1022)
La puerta ancha y la puerta estrecha se refieren a las opciones eternas que tenemos para la otra vida: el Infierno y el Cielo. Sin embargo, hay una tercera opción -el Purgatorio- que no es eterna: las almas que allí van pasan posteriormente al Cielo, después de ser purificadas, pues nadie puede entrar al Cielo sin estar totalmente limpio. (cf. Ap. 21, 27).
El comentario de Jesús sobre la puerta ancha y la estrecha se da a raíz de una pregunta que le hace alguien durante una de sus enseñanzas, mientras iba camino a Jerusalén. “Señor: ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” Y Jesús “pareciera” que no responde directamente sobre el número de los salvados. Pero con su respuesta nos da a entender varias cosas.
Primero: que hay que esforzarse por llegar al Cielo. Nos dice así: “Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta”. Lo segundo que vemos es que la puerta del Cielo es “angosta”. Además nos dice que “muchos tratarán de entrar (al Cielo) y no podrán”.
Otro Evangelista refiere el mismo asunto así: “Entren por la puerta angosta, porque la puerta ancha y el camino amplio conducen a la perdición, y muchos entran por ahí. Angosta es la puerta y estrecho el camino que conducen a la salvación, y pocos son los que dan con él” (Mt. 7, 13-14). O sea que, según estas palabras de Jesucristo, es fácil llegar al Infierno y muchos van para allá … y es difícil llegar al Cielo y pocos llegan allí.
¡Con razón nos dice el Señor que necesitamos esforzarnos! Y … ¿en qué consiste ese esfuerzo? El esfuerzo consiste en buscar y en hacer solamente la Voluntad de Dios. Y esto que se dice tan fácilmente, no es tan fácil. Y no es tan fácil, porque nos gusta siempre hacer nuestra propia voluntad y no la de Dios.
Hacer la Voluntad de Dios es no tener voluntad propia. Es entregarnos enteramente a Dios y a sus planes y designios para nuestra vida. Aún más: hacer la Voluntad de Dios es ceñirnos a los criterios de Dios … y no a los nuestros. No es decirle al Señor cuáles son nuestros planes para que El nos ayude a realizarlos, sino más bien preguntarle: “Señor ¿qué quieres tú de mí”. Es más bien decirle: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad. Haz conmigo lo que Tú quieras”.
Y … ¿oramos así al Señor? Si oramos así y si actuamos así, estamos realizando ese esfuerzo que nos pide el Señor para poder entrar por la “puerta angosta” del Cielo. Pero si no buscamos la Voluntad de Dios, si no cumplimos con sus Mandamientos, si lo que hacemos es tratar de satisfacer los deseos propios y la propia voluntad, podemos estar yéndonos por el camino fácil y ancho que no lleva al Cielo, sino al otro sitio.
Dos visitas al Infierno.
¿Cómo se sabe que el Infierno existe?

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