Ausencia de medidas de política económica

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Es un error suponer que el Gobierno no toma las medidas que se necesitan en este momento (devaluación, levantamiento del control de cambio y de precios, aumento de la gasolina, cese de impresión de dinero inorgánico, reducción del gasto público, y otras) por el costo que pudiera pagar en términos electorales.

La razón de tal conducta hay que buscarla en los supuestos sobre los cuales descansa la Política Económica Bolivariana (PEB), que guía la acción oficial.

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Varios son los supuestos, todos importantes, pero tres revisten especial interés. Primero, se trata de un proyecto a largo plazo en el cual hay que sentar las bases del no-retorno a las condiciones previas, tal como lo establece el Plan de la Patria, para ello se requiere más influencia del Estado e impedir que pueda robustecerse la participación del sector privado en la economía.

Segundo, el modelo socialista que se dice estar implantando, es muy superior a cualquier forma de organización productiva conocida.

Tercero, el más importante y decisivo: la inestabilidad de la economía es ocasionada por la volatilidad de la renta petrolera, asociada a los vaivenes del precio en el mercado internacional. Pero ninguno de estos eventos despojará de su carácter de Potencia energética mundial a Venezuela.

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De los documentos oficiales divulgados y de las alocuciones presidenciales pueden extraerse ciertas ideas base que justifican por qué hay que conservar a toda costa el rumbo trazado y lo sabio en esta encrucijada es esperar, no precipitarse. La PEB estima que al menos durante un lapso de 50 años, se tendrán precios del barril en ascenso, aunque con declives ocasionales, la demanda está garantizada, debido al agotamiento del recurso a escala mundial.

Venezuela es un país inmensamente rico, con enormes riquezas mal distribuidas. Caídas repentinas de precios no amenazan la continuidad del proyecto Los descensos de precios, serán transitorios, accidentales, infrecuentes, incluido el que se registra desde agosto de 2014.

En caso de ocurrir, la OPEP reducirá sensatamente la oferta hasta recobrar la normalidad, es decir, la tendencia alcista. Es más, un derrumbe de precios, lejos de representar una tragedia, pudiera constituir una bendición para Venezuela, -no así para los demás países-, de cumplirse el supuesto de alza permanente del barril. Los dólares que el petróleo deje de proporcionar se compensarán con endeudamiento externo.

Al subir el precio a una tasa superior a los intereses, se obtiene una ganancia, al cancelar los préstamos con menos barriles equivalentes. Quizás sea innecesario tramitar préstamos, muchos países querrán efectuar compras pagadas por anticipado, tal es el caso del Fondo Chino, a fin de asegurar suministro. En ese escenario, la fortaleza económica vendrá dada no por la cotización del barril sino por la cuantía de las reservas.

Una temporal insuficiencia de ingresos, puede ser suplida también con emisión de deuda interna, un fabuloso negocio en las condiciones que surgen. En situación de apremio, los pasivos contraídos en moneda nacional pueden cancelarse con ganancia, recurriendo previamente a una devaluación. Se “licua” la deuda, al honrar el compromiso con menos dólares.

En cualquier caso, Venezuela, el mayor reservorio del planeta, ante una caída momentánea del precio, dispone de otra carta: incrementar la extracción sin romper la disciplina en el seno de la OPEP, ya que el criterio para la asignación de cuotas es precisamente la magnitud de las reservas.

Hasta hace 6 años nadie pensaba que Venezuela pudiera desembocar en una de crisis de vastas proporciones, debido a sus fortalezas y al Plan Siembra Petrolera, lanzado en 2005, modificado en 4 oportunidades, y otras tantas veces diferido. Allí se configuró en líneas gruesas la profecía de la Potencia Energética. Los precios crecerán al menos a una tasa del 15%, de manera que en 2020 llegaría a 300 $/barril. La producción comenzaría con 3 millones de barriles diarios, se duplicará en un lapso de 7 años, es decir en 2012 se estarían produciendo 6 millones, cantidad que se duplicaría más adelante.

Bajo la suposición, barril a 200$ y 6 millones de barriles de producción diaria, era impensable crisis alguna. La terca realidad, mostró que no se hizo o no se pudo concretar el Plan Siembra. Producimos menos de 3 millones y el precio se vino abajo. Aun así, hay otra razón de peso que anima la esperanza, derivada de la experiencia reciente que induce a la prudencia, antes que precipitarse con medidas que pudieran frenar o poner en riesgo el “proyecto”. En los dos derrumbes de precios precedentes, la duración ha sido 12 y 6 meses, respectivamente.

Con la característica que su recuperación superó los niveles previos, hasta alcanzar récord históricos. A partir de estas lecciones, voceros gubernamentales vaticinan un “rebote” de precios que los colocaría en cifras siderales.

El problema es que las proyecciones de organismos especializados, incluida la OPEP, suponen lo contrario. En el mejor de los casos, se ubicaría en 70- 80$ dentro de 4 años. Ello obligará a medidas dolorosas, retrasadas por ahora, pero, repito, la inacción no se debe a eventos electorales en el horizonte.

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