Auditoría y tipificación de fraude

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Al fin, la contumacia indoblegable de la Señora Tibisay Lucena, Presidenta del CNE, tuvo que ceder, ante la coalición de una sistemática presión de organismos nacionales e internacionales, identificados por una causa común, para que diera su aquiescencia a la auditoria de resultados finales del último proceso electoral, solicitada con apremio por el candidato, victorioso a futuro, Henrique Capriles Radonski, para revisar una espantosa serie de irregularidades que ocurrieron durante el ejercicio del voto y en la que se presume, tienen responsabilidad institucional, el propio CNE y el equipo colegiado del Plan Republica, en cuanto a sus especificas funciones.
En razón a su trascendencia, para calificar la magnitud de esta auditoría, en el orden de su alcance y significación, podemos decir confiadamente, que su realización técnica y su disposición sistemática, interesan integralmente al país nacional y a la institucionalidad democrática, que aspiran y hondamente desean que el proceso electoral adoptado para designar el primer Magistrado, se realice de manera inequívoca, pulcra y transparente, en cabal acatamiento a las normas legales y dando cumplimiento a la defensa y prevención del voto, poniendo especial cuidado en ejecutar todas las instancias del proceso, que garanticen al ciudadano el invulnerable y total ejercicio de su voluntad soberana, liberado absolutamente de presiones y apremios.
De conformidad con estas ideas matrices, la realización de la auditoria y revisiones indispensables, satisfacen la confianza de la ciudadanía y es respuesta institucional a toda la comunidad nacional y la internacional, que con ahínco apelaron ante el CNE, para que atendiera la solicitud promovida por el abanderado Henrique Capriles Randonski. Superada esta contumacia del árbitro, que adquirió dimensión en la fantasía ambientísta, por tan fausto suceso para bien, renace la confianza y la concordia en el seno de la nación.
Se tenía que dar una respuesta objetiva y ponderada a organizaciones del rango de la OEA, la ONU, que tanto tomó en cuenta la demora en que persistía el CNE, que tuvo la gentileza de ofrecer recursos de su personal especializado en procesos electorales. Con igual intención se expresaron, la Unión de Países Europeos, UNASUR, asociación de países de la Región, en causas de alta política de nuestro relevante interés, así como universidades, academias, gremios profesionales, la dignidad y representación eclesiástica de la Conferencia Episcopal, se adhirieron a esta urgente petición, con aras de sentar un clima de paz y convivencia cívica y hacer factible esa iniciativa, que se apoya de un todo, en la Constitución Bolivariana y tiene la democracia, como el único sistema político susceptible de absoluta libertad.
En los resplandores de vida nueva que estamos transitando, para que el gobernante no sea déspota, ni el ciudadano súbdito, se abren amplios horizontes para el predominio de una intima sensación de convivencia histórica, con la flor de tolerancia y libertad, ofertas seguras de una humanidad mejor testimonios que emanan claros y férvidos, de la justa electoral del 14 de abril reciente.
Es cierto, en lo que podemos llamar la fusión social de nuestra nacionalidad, resplandecen signos que apuntan la renovación moral de la Republica, pues, el empuje transformador de los concluidos comicios, han desmoronado las bases del chavismo, síntesis y contubernio de castrismo y comunismo decadentes, desplazado en buena hora, por el torrente arrollador de abril, donde las organizaciones de la oposición democrática que adquieren por tan descollante suceso, la categoría puntera de máxima organización política venezolana. Este inminente cuadramiento político, de profundo contenido social y democrático, cierra el paso al sedicente socialismo del Siglo XXI, sin base de sustentación, ni como filosofía ni como teoría política en el escenario actual.
Las instituciones y valores de la etapa de nuevo signo en el acontecer nacional, tienen su profunda inspiración en la Constitución Bolivariana y en una conservación y defensa de la institucionalidad democrática tradicional, donde su base natural acentúa en la doctrina de Bolívar, el Libertador. Venezuela se constituye absoluta y decisivamente, en un Estado democrático y social, de Derecho y de Justicia. En su territorio no tendrán aplicación las doctrinas depredadoras de la dignidad humana y de la integridad de la soberanía y la autodeterminación nacional.
Ha de orientar esta transformación, la presencia de un nuevo liderazgo nacional, apto para estar a la altura de la responsabilidad y capacidad de esta etapa de perspectivas crecientes. Virtudes paradigmática, opositor de la violencia, espíritu animador de dialogo y convivencia y anuente a la cooperación de esfuerzos para impulsar el bien de la patria, Henrique Capriles Randonski, es el líder nacional, para conducir esta epifanía de libertad, que llena nuestras inexhaustas esperanzas.
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