Asesinaron a adolescente tras resistirse a secuestro

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Al mediodía de ayer en la calle cinco entre calles dos y tres de Pílade Montezuma, al oeste de Barquisimeto, se vivía una lamentable escena de tristeza: una madre lloraba a su único hijo de 16 años a quien mataron de un tiro cuando intentó escapar en momentos en que lo llevaban secuestrado; una abuela que profería gritos desesperados por perder a su nieto y unos amigos a quienes se les desgarraba el alma al saber que no volverían a jugar ni a compartir con él.

Según los vecinos del sector, el menor de edad se encontraba dormido, descansando, pues en la tarde le tocaba trabajar mientras su madre atendía la bodega, al lado de su casa, que con mucho esfuerzo había levantado desde hace años. A eso de las 11:00 de la mañana la mujer abrió el portón para recibir a dos amigas, no se sabe por qué razón pero lo dejó abierto.

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Minutos después un carro Malibú se detuvo al frente y descendieron dos sujetos, sometieron a las damas, posteriormente sacaron al joven, le gritaron a la mamá: “Nos tienes que dar mil millones por él”. Ella respondió: “dos mil es que te voy a dar”, por lo que los hombres se enfurecieron y le pegaron con la cacha del revólver a la dama.

Después se llevan al hoy occiso hacia el carro para llevárselo secuestrado, pero como él pudo se escapó y salió corriendo, momento en el que los delincuentes le dispararon por la espalda para darse a la fuga inmediatamente.

La madre comenzó a gritar, desesperada, agarró las llaves de su camioneta azul e intentó prenderla, pero de los nervios no pudo por lo que un vecino que estaba a una cuadra la ayudó y lo trasladaron de urgencia al ambulatorio de La Carucieña, a donde ingresó sin signos vitales.

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Estudiante y trabajador

Los vecinos del sector lamentaron el asesinato del cuarto menor de edad en lo que va de mes. Aseguraron que era un joven trabajador desde pequeño, quien no mostró mezquindad para colaborar con su madre y juntos levantar el negocio que tenían y la casa que aún mantenían en construcción.

Cursaba cuarto año de bachillerato, por lo que en las mañanas hacía la parte académica y en las tardes atendía la bodega, eso sí, sin dejar a un lado las actividades cotidianas de un muchacho de 16 años de edad, por eso es que sus panas, como les llamaba, lo recordarán por siempre como juguetón, extrovertido y hasta “pilas con las mujeres”, como dijo uno de ellos.

“Hace tres días andaba en una moto y le dije que tuviera cuidado y se volvía a caer”, le aconsejó uno de los habitantes de la zona, quien indicó que el lugar era tranquilo y hasta seguro.

Fuera de la escena del crimen, la abuela del menor reclamaba en medio de su dolor, “¿por qué ningún vecino lo ayudó? Ay Diosito santo… estudiaba, trabajaba, era un muchacho que no se metía con nadie”, momento en el que vio a uno de los amigos del occiso y se dieron un abrazo inconsolable, gimiente, manifestando la tristeza por la pérdida de otro futuro venezolano.

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