Arquitectura y filosofía

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La ciudad como tema

La semana pasada decíamos que la arquitectura puede ser analizada desde múltiples puntos de vista, entre ellos el de la poesía y que si bien ella no nos lleva a explicaciones objetivas, sí nos da explicaciones intuibles e igualmente válidas. Otros análisis que pueden o no ser rigurosos, recurren a la filosofía para revelar las fundamentaciones de una manera de hacer arquitectura. Es más, hay críticos que recorren el camino inverso, parten de la filosofía para llegar a las decisiones de diseño que están tomando. Es el caso de Peter Eisenman, quien además de obras construidas de gran calidad es un teórico y crítico de la arquitectura contemporánea. El explica sus obras recurriendo a argumentos filosóficos que no siempre se captan con claridad. Pero no es de él que quiero hablar, sino de Martin Heidegger, el filósofo metafísico alemán.
En 1951 Heidegger escribió, con su característico estilo oscuro, Construir, Pensar, Habitar, donde se pregunta qué es el habitar y en qué medida el construir pertenece al habitar, al hacer y estar en el mundo. Él escribe este texto ante lo que consideró la sustitución de un desastre por otro: primero la destrucción, por causa de la guerra, de millones de viviendas; y luego, terminada ya la guerra, la frenética construcción de otras tantas, producidas en serie, de baja calidad y que si bien representaban una respuesta a una necesidad urgente, igualmente empobrecían lo que él consideraba la esencia del alma humana.
Heidegger argumentaba que hasta la Revolución Industrial la arquitectura, hecha a mano y pieza por pieza, mantenía una conexión con sus ocupantes, lo que permitía reflejar, por sus valores estéticos y técnicas constructivas, la conexión entre el hombre y su universo. Para el momento en que el escribe sobre este tema, la arquitectura era tratada –y lo sigue siendo- como un objeto meramente tecnológico, anodino, y que solo responde a requerimientos del mercado, sin fundamentos filosóficos.
Y, añadimos nosotros, si bien en la actualidad el cambio en el contexto del mundo desarrollado ha llevado a una mayor presencia de la arquitectura de autor, esta es, en realidad, una feroz competencia para inventar nuevas formas, cada vez más llamativas, mas transgresoras y siempre muy complacientes para el ego de sus autores. En ellas la tecnología de punta es esencial pues de ninguna manera podrían materializarse sin recurrir a nuevos materiales, nuevos métodos de graficación y de cálculo. Esta arquitectura lo que muestra es la habilidad para manejar la tecnología aunque ésta siempre impone su lógica, pues nunca es neutra.
¿Es válido el malestar que sentía el filósofo al ver como las ciudades europeas pasaban de estar conformadas por edificaciones amables a un interminable montón de escombros calcinados para luego resurgir en forma de edificaciones anodinas? Sin duda que sí pues el universo urbano de la preguerra que el conocía era su referente formal. Pero habría que preguntar que opinaban quienes, tras sobrevivir a la destrucción de la guerra y a varios inviernos terribles, finalmente entraban en una vivienda, aunque  anónima y anodina pero que era, a fin de cuentas, casa y refugio y que daba la seguridad psicológica y física que se necesitaba.
Creo que, otra vez, algunos de estos críticos de formación y pensamiento filosófico, sobrevaloran el papel de la arquitectura para condicionar y afectar nuestra existencia mas allá de una dimensión mínima. Para ponerlo de manera simple, no siempre los ranchos producen  malandros o, al contrario, las viviendas de clase media o alta, promueven valores colectivos, sociales o morales, de alto vuelo. Claro, siempre es mejor vivir en casa dignas que en ranchos, pues no hay nada poético en la pobreza ni ella es señal de alguna alcurnia proletaria. Y sin embargo, es obvio que la calidad de  equipamiento de una vivienda incide mucho en la calidad de vida de sus habitantes. La ausencia de electricidad, por ejemplo, hace más difícil dedicar más horas al estudio, una herramienta de progreso individual y colectivo, pero la presencia de electricidad y luz nocturna no garantiza que ella efectivamente se la utilice para estudiar más.
Tampoco es cierto que al no construir nuestras viviendas de la manera como se hacían antes de la revolución industrial necesariamente nos sentimos mal, que algo importante perdemos cuando vivimos en una vivienda igual a las muchas otras miles de viviendas donde viven muchos otros miles que son, ellos tambien, personas promedio que se diferencian unas de otras porque creen ser diferentes, aunque sea en detalles sin importancia.
La diferenciación, para quienes quieren diferenciarse, es posible lograrla por otras vías: el modo de vestir, la decoración de la vivienda, el desempeño profesional, el compromiso con la política, por el culto al conocimiento, etc. aunque muchas de esas formas de individuación están  manipuladas por una economía de mercado de la que difícilmente podemos escapar.

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