Arquidiocesana 08-02-15

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“Enfermedad y Fe”

Curó a muchos enfermos de diversos males…” (Marcos 1,35)

La enfermedad con su cúmulo de sufrimientos, plantea una interrogante para los hombres de todas las épocas.

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En el antiguo Oriente, se miraba la enfermedad como una plaga causada por espíritus maléficos, hasta tal punto que se practicaba exorcismo para curar. Así la medicina era vinculada a los sacerdotes.

Si bien la salud aparece como un signo de fuerza, a su vez la enfermedad se concibe como una debilidad.
El hombre creyente, se pregunta ¿Qué significa la enfermedad para el que la sufre?

Por supuesto una sociedad donde todo dependía de una causalidad directa divina, la enfermedad se ve en relación directa a la creencia, así sucede en el ambiente cultural, y religioso del antiguo testamento.

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Por eso se pudiera ver la enfermedad como un posible golpe de Dios, que hiere al hombre. Y dijo Yavhé “Mete tu mano en tu seno, él la metió y cuando la sacó estaba cubierta de lepra, color de nieve” (Éxodo 4,6)

Las causas naturales de esta enfermedad en esa época, ni siquiera se buscan.

Igualmente en relación con Dios, se habla de la intervención de seres superiores al hombre, tal como el ángel exterminador: “Pasará Yavhé para castigar a los Egipcios y al ver la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará de largo, no permitirá al exterminador entrar en sus casas para herir “(Éxodo 12,23)
En el Judaísmo Post exílico, la atención se dirigirá cada vez a la acción de los demonios, cuya presencia se relacionaba con la enfermedad. Todo esto obedecía a que la creencia religiosa establecía un nexo entre la enfermedad y el pecado.

Dios creó al ser humano para la felicidad (Génesis 2). Pero la enfermedad como los otros males, se oponen a esa felicidad y entra en el mundo como consecuencia del pecado (Génesis 3, 16-19).

La enfermedad aparece como una de las manifestaciones de la ira de Dios, contra un mundo lleno de pecado (Éxodo 9,1-12). Es esa una de las maldiciones que caerá sobre el pueblo de Dios infiel (Deuteronomio 28,21).

Así indiscutiblemente la enfermedad en la antigua alianza, agudiza la conciencia de pecado.

Esto lo relacionamos con los salmos de súplica en donde la petición de curación va unida a la confesión de las culpas (Salmo 38, 26.39)

El problema se presenta, cuando en los niños inocentes, surge la enfermedad y entonces la pregunta es ¿Toda enfermedad tiene por causa el pecado personal?

Así el Antiguo Testamento, trata de ofrecer algunas soluciones. Cuando la enfermedad aflige a justos, como Job, es sólo una prueba Divina para calibrar la fidelidad de esos justos.

El Antiguo Testamento, manifiesta algunas prácticas médicas conforme a la época, como la usada por Rafael para curar a Tobías (Tobías 11, 8-11)

El Sirácida hace un reconocimiento a la medicina (Eclesiástico 38, 1-15) pero del fondo del mensaje del Antiguo Testamento, se desprende la gran enseñanza de que Dios es a quien se debe acudir, porque es Él, el Señor de la vida.

En sentido integral, Dios es el médico, por excelencia del hombre (Éxodo 15, 26)

Por ello los enfermos se dirigen a los sacerdotes, sus representantes (Levítico 13, 29; 14,2)

Al confesar sus pecados, el enfermo implora la curación como un milagro (Sal 6, 38,41). Y así suceden algunas veces, los milagros curativos (Reyes 17, 17-24). Dios manifiesta su 0mnipotencia, amor y misericordia infinitos al ser humano, al aliviar su dolor.

Indiscutiblemente que la enfermedad es un mal, de alguna manera. Por lo que los profetas, anuncian un mundo nuevo, sin enfermos y sin lágrimas (Isaías 35.5.28,8)

En el Nuevo Testamento Jesús tiene muchos encuentros con enfermos. Él ve a la enfermedad como un mal, consecuencia del pecado, como una última causa (Lucas 13, 16). El siente compasión sin detenerse a diferenciar lo que es enfermedad natural, de lo que pudiera ser posesión diabólica. Él expulsa demonios y cura enfermedades. Todo eso, manifiesta el triunfo de Jesucristo sobre Satán y hace presente el Reino de Dios (Mateo 11,5)

De esta manera se indica que el mal, será vencido definitivamente y que esa fuerza Divina está ya actuando.
Por eso Jesús a los enfermos que lo buscan, les exige fe (Marcos 1, 40; Mateo 9, 28; Marcos 5, 36).
La enfermedad es un símbolo del hombre pecador, ya que desde la fe, muchas veces es ciego, sordo, paralítico. Jesús viene a ofrecer esa salud interior, espiritual y externa también.

Por esto perdona los pecados al paralítico y lo quiere exteriorizar, curándolo además físicamente (Marcos 2,1-12)

Por tanto, cuando cura al no vidente, Jesús aparece como la luz del mundo (Juan 9).

Los gestos de Cristo con los enfermos, son un símbolo de los Sacramentos. Jesús aparece como médico que cura integralmente al hombre, lo quiere salvar con su ser personal en el tiempo y para la eternidad.
Mientras dure la vida presente, el hombre deberá sobrellevar la enfermedad, pero Jesucristo, tomando sobre sí nuestras enfermedades y pecados en la hora de su pasión -muerte- resurrección, les dio un nuevo significado.

El sufrimiento desde la fe, adquiere por tanto un valor redentor. El cristiano tratando de vencer las enfermedades, también las sabe asumir para “completar, en su carne, lo que falta a las tribulaciones de Cristo, por su Cuerpo que es la Iglesia” (Colosenses 1, 24).

Servir a los enfermos, es servir a Jesús mismo

Debemos asumir la enfermedad en unión con la Cruz de Cristo.

Por ello la democracia, debe ofrecer la salud a las mayorías empobrecidas, porque ese es un derecho humano, todos deben tener acceso a la salud y no sólo los que logren tener poder adquisitivo. Con la salud no se debe comercializar. Los carniceros humanos son unos mercenarios.

Pero también se debe luchar contra la enfermedad, a través de la ciencia y por medio de un trato humano-cristiano al enfermo.

Para esto es necesario una nueva conciencia, en donde existan recursos para nuestros hospitales, como además la voluntad firme de despolitizar los servicios de salud.

Todos procuremos cuidar los recursos hospitalarios frente a la corrupción; a la par, tratar humanamente al paciente y con suficiente competencia científica.

Acompañemos con cariño al enfermo

Visitemos a los enfermos con verdadero espíritu fraternal, para que sienta la presencia de Dios en nosotros.

Si esto hacemos, escucharemos a Jesucristo que nos dirá: “Vengan a mí, benditos de mi Padre, porque estuve enfermo y me visitaron” (Mateo 25, 36).

Mons. Antonio José López Castillo
Arzobispo de Barquisimeto

Santo Padre

La misión de la Iglesia es sanar las heridas del corazón

Ciudad del Vaticano, febrero de 2015 (Zenit.org)

… ha recordado el Papa, “sanar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es padre, que Dios es tierno, que Dios nos espera siempre…”.
… A hacer que el pueblo encuentre de nuevo al Padre, a llevar la paz en los corazones de la gente”.

Evangelio

Marcos (1,29-39): En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga,…. curó a muchos enfermos. Se puso a orar. …Así recorrió toda Galilea, predicando. Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

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