Alberto Barrera Tyszka en EL IMPULSO: “Aunque no parezca, soy tímido”

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Afable y polifacético. Así es el escritor caraqueño Alberto Barrera Tyszka, quien aunque dijo ser tímido, no lo parece. Habla rápido y se sonroja sin esfuerzo. Este licenciado en Letras graduado en la Universidad Central de Venezuela navega entre tres aguas bastante disímiles y casi paralelamente.

Por un lado se destaca como escritor, poeta y columnista de densos y sustanciosos trabajos. A su vez, produce guiones para telenovelas. Un rol en el que prefiere mantenerse bajo perfil. Al mismo tiempo, se adentra en las entrañas de la crisis social del país. Asegura que le resulta absurdo mantenerse indiferente al respecto. Destacó que en el terreno político vivimos a la expectativa desde hace 14 años. “Nos hemos convertido en un país preapocalíptico, siempre estamos a punto de algo”.

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-¿De dónde proviene el apellido Tyszka?

-Mi mamá era polaca. Mi abuelo llegó a La Guaira con mi mamá y mi tía huyendo de la guerra. Él murió cuando yo tenía 12 años. Trabajó en las petroleras. Empecé a usar el apellido Tyszka porque hay muchos Alberto Barrera. Mamá murió hace seis años. Mi papá es una mezcla, su papá era andaluz y su mamá de Argelia. Nació en España, por la guerra se fue a Francia y luego se vino a Venezuela.

-¿Cómo se conocieron su papá y su mamá?

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-Luego de que mi papá se educara en Francia pasó por España y conoció a mi mamá, ella venía para Venezuela, él se enamora de ella y la persigue. Se casaron en Caracas. Luchó mucho con mi abuelo polaco para poder casarse con mi mamá. Mi papá es psicólogo, tiene 83 años y se acaba de casar. Somos cuatro. Tres varones y una hembra.

-¿Dónde vivían y dónde estudió?

-Vivíamos en el centro de Caracas. Después nos mudamos a Chacao. Luego, debido al terremoto del 67, pasamos a vivir en un kinder donde mi papá daba clases de francés. Posteriormente vivimos en Macaracuay. Estudié en el Colegio San Ignacio, con los jesuitas, mi papá era profesor ahí. Fue una etapa confusa porque nosotros no teníamos la disposición económica para estudiar en ese colegio. Eramos becados. En bachillerato pertenecí al grupo de los “culturosos” porque escribía cuentos y poemas en un periódico que fundé junto a otros muchachos porque no nos gustaba el del colegio. Leía a Horacio Quiroga y Pablo Neruda.

-¿Y en la universidad?

-Decidí estudiar Letras en la UCV, sin embargo, hice un semestre y luego me vine a Barquisimeto y me inscribí en el noviciado de los jesuitas en las Brisas del Aeropuerto, ahí viví dos años. Me retiré antes de hacer los votos y volví a la escuela de Letras. Me gustaba la literatura y quería escribir. No me mata la docencia. Aunque no parezca soy tímido y me ha costado 53 años negociar con la timidez.

-¿Su vida familiar?

-Me casé la primera vez a los 22 años. De ese matrimonio tengo dos hijas. Me divorcié y me volví a casar. Sigo casado. Tengo una nieta preciosa.

-¿Sus primeros trabajos?

-Aunque no tenía nada que ver con letras trabajé como jefe de codificadores del censo. Luego trabajé en publicidad como redactor creativo y en el archivo del Diario de Caracas hasta que entré en la televisión.

-¿Cómo fue la concepción de sus primeros libros y el salto a la televisión?

-Pertenecí al grupo Guaire de poesía. También a Tráfico. Me fui puliendo y publiqué mi primer libro de poesía en el 85. En publicidad no me fue bien. Yo escribía para la revista SIC y en una fiesta Ibsen Martínez me dijo que todo lo que escribía era una barbaridad pero estaba bien escrito, así que me ofreció trabajar en televisión. Después aprendí a escribir telenovelas con Bernardo Romero, autor de Las Juanas.

-¿Siguió con los libros?

-Sí, incluso La enfermedad la escribí en esos tiempos. La telenovela es una industria, no puedo hacer lo que quiera. Los límites son durísimos. En la literatura es distinto, por ejemplo, La enfermedad plantea una relación filial, expone si puedes acompañar a tu padre a morir, qué tan difícil es, cómo se hace. Es una historia íntima. Parece que los escritores latinoamericanos estamos condenados a plasmar historias épicas. Por qué no podemos hacer una historia pequeña, íntima, ensimismada, de una tragedia.

-¿Qué significó el Premio Herralde por su libro La enfermedad?

-Mucho. Aunque es una novela dura le ha ido muy bien. Ha sido traducida a varios idiomas. Los premios sirven para promocionar al escritor.

-¿Cómo navega en tres mundos tan complejos?

-Todavía no lo sé (risas). Por lo general paso seis meses al año secuestrado con alguna telenovela. A la vez, sigo en la literatura poco a poco. Tengo un perfil muy bajo con respecto a las telenovelas, no me interesa tener relación con farándula. Me conocen mucho más por la columna y por la novela La enfermedad.

-¿Pasatiempos?

-No tengo… soy de los Cardenales de Lara y voy a los juegos en el estadio universitario con mi gorra del equipo. Veo poca televisión. Algunas veces fútbol español, del Barcelona. También veo los mundiales. Escucho música de todo tipo menos el “perreo”, hip-hop y Arjona. A veces juego dominó.

-¿La musa?

-La escritura es una industria no hay musa. Imagínate si los periodistas esperaran la musa, les llega la hora del cierre y no escribieron nada. Es una disciplina. Yo tengo que escribir aunque no tenga la musa y listo.

Literato

Autor de La enfermedad, Rating, La inquietud, poesía reunida, Crímenes, Hugo Chávez sin uniforme: una historia personal, Alta Traición, Un país a la semana, entre otros.

-¿Cómo ha visto la producción de libros en el país?

-Aquí hay dos circunstancias importantes. La primera es económica. El control de cambio afectó la importación y las trasnacionales tampoco podían sacar sus ganancias. Se empezó a invertir aquí y descubrieron que el venezolano sí lee. Venezuela pasó a ser una de las naciones más lectoras de libros del continente. Hay buenas librerías y cantidad de medios impresos. Éramos muy duros con respecto a nuestra capacidad lectora. Por otra parte, los periódicos quedaron como desbordados frente a la necesidad de la gente de entender qué pasa, por eso hay un boom de libros de periodistas, de historia, con un éxito asombroso.

-¿Un país a la semana?

-Es una colección de las columnas que he publicado en El Nacional entre 2008 y 2013.

-¿Un escritor?

-Eso varía, pero me gusta mucho la literatura del escritor sudafricano John Maxwell Coetzee, Premio Nobel de Literatura en 2003.

Guionista

Guionista de las telenovelas Amanda Sabater, Los misterios del amor, El árbol de Gabriel, Secretos de familia, entre otras.

Más que talento, dijo, escribir para telenovelas requiere disciplina.

“Es una industria que no para nunca. Hay mucho escritor que cree que es fácil y en el capítulo 20 no sabe qué hacer y abandona. Hay un momento en el que van cien capítulos y ya no quieres saber nada de los personajes”. Explicó que la telenovela es todo un reto. Hay que recrear múltiples situaciones en un set.

-¿Qué opina sobre la telenovela venezolana?

-La telenovela venezolana por las causas que sean, y creo que es el único lugar de América Latina, no es en HD. Actualmente, se está invirtiendo en esa tecnología para darle paso a ese look antiguo. Otro problema es que la Ley Resorte ha hecho que la telenovela sea más particular, tiene menos conflicto. Además, hay grandes producciones en otros países.

El cable también ha hecho que sea muy difícil medir el rating.

Para esta generación la palabra televisión no existe. Todo es descargable a través de la red. Ahora tiene mucho más poder el usuario que el medio. Antes la televisión imponía lo que debías ver y el horario. Ahora el usuario hace lo que quiere. El reto es mayor.

Político

Conocimos que siempre le interesó la política.
“Yo viví en la Ciudad de los Muchachos y estuve muy vinculado al Movimiento Popular por lo que comencé a escribir crónicas políticas. Empecé con una columna en El Nacional en el 96. Era variada pero de pronto, esa intoxicación política me fue devorando y sólo escribía de política. Quisiera escribir sobre otras cosas pero si el país se está cayendo cómo voy a escribir de las nubes”.
-¿Usted cree que el país está enfermo?

-SÍ… tenemos varias distorsiones. Bastante complicadas. Tenemos una incapacidad para tener una noción de verdad común. Es un estado muy raro, no sé cómo se mide pero pudiera ser un indicador del país la capacidad que tienen todos los ciudadanos de creer en una sola cosa. Cualquier noticia tienes dos, tres o más versiones al mismo tiempo. Esa idea de la verdad común, la sociedad perdió eso. La gente reacciona sin escuchar al otro… me parece que eso es una enfermedad terrible. El poder se convirtió en un actor mediático y se perdió la transparencia.
-¿Cuál sería la medicina?
-No lo sé pero si no reconocemos al otro, si no aceptamos al otro, se está muy enfermo. Aquí hay dos bloques inmensos y no se pueden liquidar. No puedes eliminar al otro. Lamentablemente, todo se legitimó a partir del “hechizo” de la revolución, algo que le ha hecho mucho daño a América Latina. Es legitimar la violencia, legitimar que los jueces estén a favor de una causa noble religiosa y que no valga la división de poderes. Por otra parte, ser un país petrolero nos hace muy distintos frente a los demás países de América Latina.

-¿Qué le falta a la oposición?
-Manejar una cantidad de cosas que todavía no tiene muy claras sobre los códigos populares. Cuál es el sector al que le tiene que hablar, qué le importa a ese sector, qué le duele, qué necesita. Además, enfrenta a un Estado multimillonario y poderoso que ofrece y ofrece. Ese es el otro espiral de un país enfermo. El oficialismo, más que la riqueza, ha sido exitoso administrando la esperanza de los pobres.

Twitter Foro

@sandra_0512
¿Cuál de tantas mentiras del Gobierno considera la más insólita?
El país está lleno de versiones, nuestra sociedad está muy mediatizada, esto ha ocasionado la desaparición de las formas, generándose “El Poder Soy Yo”. Siento que una de las más grandes mentiras fue la que giró en torno a la enfermedad del presidente Hugo Chávez. Cuando leo y releo lo que ha sucedido no puedo creerlo, me parece mentira todo esto.

@alejandro.fernandez
¿Cómo defines la izquierda actual venezolana?
No me siento llamado ni convocado a la forma en que actualmente se está gobernando en este país, ese discurso militarista y autoritario no me dice nada. Yo estuve en contra de Chávez desde el año 2002. Esta revolución sólo se puede sostener en un país con un barril de petróleo a 100 dólares, donde se administra la esperanza de los pobres, y hay un efecto multiplicador de esta premisa. A la Venezuela que nos han querido llevar es a una cosa religiosa, heroica, como si fuésemos a liberar el continente y el mundo. Yo no me siento llamado a salvar el planeta si primero como país no nos arreglamos nosotros. Usan palabras redondas cargadas de militarismo como forma de controlar a las masas.

Daniela Piscitelli

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