La madrugada del 23 de enero de 1958 huye del país el dictador Marcos Evangelista Pérez Jiménez, a bordo de “La vaca sagrada” despegó del aeropuerto de La Carlota. Los caraqueños se lanzaron a las calles celebrando el fin de la tiranía. Una multitud se dirigió a la avenida México, donde se encontraba ubicada la sede de la tenebrosa Seguridad Nacional. En la madrugada comenzó la toma del lóbrego edificio –hoy sede del hotel Alba Caracas-, símbolo de la impunidad que ejercía. El enfrentamiento entre los esbirros y la poblada duro siete horas. Hasta que vencidos por la arremetida civil y militar, saquearon y quemaron la edificación.
En Barquisimeto los primeros en armar una algarabía fueron los estudiantes, que ruidosamente celebraron el fin de una cruenta noche, tomando las calles; frente al liceo Lisandro Alvarado, emblemático en la lucha contra el régimen militarista y represor, festejaron ruidosamente. Se constituyeron brigadas estudiantiles que acompañaron a fuerzas militares a la caza de esbirros.
En Barquisimeto, la Dirección dela Seguridad Nacional se encontraba ubicada en la carrera 19 entre calles 23 y 24. Hasta allí se dirigió una multitud que se enfrentó con los esbirros apertrechados que fueron sometidos. Algunos huyeron saltando paredes de las casas contiguas, otros avisados de la inminente debacle, se enconcharon en poblados vecinos y otras ciudades: Pastor Canelón, Luis Angulo y Arnoldo Rivas fueron apresados en Humocaro Alto. Rafael Ojeda, jefe local detenido en el cuartel Jacinto Lara, se fugó. Francisco Villarreal, apodado “el verdugo negro” y acusado de más de 20 asesinatos, fue capturado en Punto Fijo y luego trasladado a esta ciudad. Su casa fue saqueada y sus enseres personales quemados, pues para entonces el pueblo no robaba, sino que exigía venganza. 85 agentes de la nefasta fueron encarcelados.
En la sede de la SN se encontraron los instrumentos de tortura con los cuales sometían a la disidencia: el tanque tenebroso, el ring, la verga de toro, el avión y el garrote vil.
A todas estas, la policía de Bobare se alzó pidiendo restituir al régimen, pero fue sometida.
Panaderías, bufetes de abogados y locales como el teatro Barquisimeto, este último propiedad de Domingo Macías –prefecto y diputado-, fueron destrozados y casi incendiados de no ser por la contención militar.
Luego se desató una suerte de cacería de brujas a través de medios impresos y panfletos en los cuales amenazaban divulgar la nómina y un listado de colaboradores del régimen que sólo el diario “Última Hora” publicó.
Mientras el pueblo pedía la cabeza de los torturadores, las fuerzas militares apresaron a unos cuantos que purgaron ridículas penas, o por pactos políticos fueron exonerados y luego puestos al servicio de la camarilla de inteligencia del partido gobernante. Algunos, aún caminan por calles y avenidas de la ciudad, paseando diminutos perritos, conducidos por un león enjuto.
La Fundación Fototeca de Barquisimeto posee un libro de la Seguridad Nacional, correspondiente al año 1957 y enero 1958, por tanto el último que llevaban, que incluye confesiones de delatores enquistados en partidos de la oposición; intervención de correspondencia que los familiares dirigían a sus presos; andanzas de los opositores y comportamiento de los medios de comunicación. El libro fue rescatado y terminaría siendo parte del acervo documental que conserva. Una relación detallada de su contenido crearía conmoción en la población, aun habiendo transcurrido casi seis décadas de tan cruel época.
Las cárceles se vaciaron de presos de conciencia. Dory Parra de Orellana publicó en el citado diario un desmentido de las supuestas torturas padecidas, argumentando haber sido trasladada al hospital por quebrantos de salud. Sin que esto actúe en desmedro de los desmanes que ella y otros padecieron. La llamada SN, cambió de nombre, pero policía política y desmanes hay para rato. (Hasta enero apreciados lectores).